En una situación como la que está viendo este país con una pandemia que dista mucho de estar concluida, los «dimes y diretes» -que decía aquel- entre los partidos políticos van in crescendo.
De nuevo a vueltas con el estado de alarma. Amenazas para conseguir el apoyo en el Congreso de los Diputados para la ¡4ª prórroga! y dudas en apoyarlo, a pesar de los «chantajes».
Y es que el principal partido de la oposición se plantea apoyarlo de nuevo. Quiere desvincular las medidas necesarias de excepcionalidad ante la crisis por el coronavirus de un estado de alarma.
Un estado de alarma, por otra parte, que difiere de tener sentido. Cuando dentro de una 3ª, el Gobierno ha activado su «desescalada» continúa y su camino a la «nueva normalidad». Un estado de alarma que, en definitiva, equivale a control de libertades individuales y colectivas, y al poder absoluto.
Cuántas veces se apela a la unidad, cuántas veces se pone ésta en primer lugar y qué pocas veces se le hace caso. Y es que no se puede enarbolar la bandera de la unidad al albur de un poder omnipresente.
Este país necesita una clase política coherente, que quiera resolver los problemas de sus habitantes y que no haga todo por rédito político o por interés electoral.
Asistimos a un «caos» en la llamada «desescalada» con continúas amenazas de rebrotes, por parte del Gobierno. La economía, la educación, la sociedad, se está desintegrando. Con nuevas pérdidas de vidas humanas por el coronavirus, aunque las ruedas de prensa gubernamentales «saquen pecho» porque «desciende el número».