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7. Autogestión emocional

  • Por Koro Cantabrana Ruiz de Larrinaga, periodista, escritora y coach.

Cada día nos llegan más noticias alarmantes del momento en el que estamos viviendo. Y nos causan emociones fuertes que, muchas veces,  se escapan a nuestro control. Y estamos saturados de estas malas noticias. La saturación no significa que debamos negar la existencia de una situación tan alarmante como la que tenemos, o escondernos de ella. Sin embargo, reconocer cómo está afectando todo esto a nuestra salud emocional es importante para cuidarnos, para no empeorar nuestra situación particular y social.

Dejarnos arrastras por el pánico, por el drama, por la tensión, por los miedos es fácil ante tanta mala noticia. El poder gestionar nuestras emociones en estos momentos es crucial.

Las emociones son información. Nos proporciona un informe completo de cómo impacta en nosotros lo que está pasando, lo que pensamos, lo que concluimos, lo que imaginamos, lo que esperamos… de esta situación.

Lo hace situándonos en el aquí y ahora, porque, aunque estemos recordando algo del pasado, o proyectando en el futuro, lo sentimos en el presente, porque es únicamente en el ahora cuando estamos sintiendo, cuando la emoción está dentro nosotros.

Al recordar y al imaginar, traemos al presente algo, y lo volvemos a sentir. Por eso, es importante conocer qué pensamos de la situación actual y cómo imaginamos nuestro futuro después de que esto pase. Porque lo que pensemos y/o imaginemos, impacta en nosotros, en nuestras emociones, en nuestro cuerpo, en nuestro bienestar o malestar ahora.

Por ejemplo, si pensamos en que nuestro devenir va a ser negativo, nos lleva a la preocupación (a darle vueltas a algo sin acción), y nos hace sentirnos mal en el momento actual. Es decir, si estamos poniendo nuestra atención en los aspectos dramáticos de lo que estamos viviendo ahora, nos sentimos mal, y si además le añadimos nuestra preocupación por el futuro, nos sentiremos doblemente mal.

Las emociones son energía que se manifiestan en el cuerpo. Nuestro cuerpo las recibe y las expresa. Es la manifestación corporal y física de los pensamientos. Así, cualquier emoción, nos repercute en cómo vaya a estar nuestro cuerpo, si fuerte, expansivo, en toda su plenitud, o débil, encogido, y en baja capacidad. Todos sabemos que las emociones nos afectan, y los procesos bioquímicos que se producen en ello. Sabemos qué efectos dañinos nos causan en nuestro cuerpo aspectos como el estrés, la ansiedad, la angustia… y al contrario, muchas veces se nos olvida el impacto positivo de emociones como el disfrute, la alegría, la calma, la serenidad…

Las emociones son muy útiles las emociones no son ni negativas ni positivas

Las emociones son información

Esconderlas también es un gran esfuerzo improductivo.

Ignorar o esconder las emociones no funciona 

Las emociones son muy útiles: están ahí, dentro de nosotros, informándonos de cómo nos sentimos con lo estamos pensando, imaginando, deseando o necesitando. Ignorarlas no evita tenerlas. Ignorarlas es cubrirlas, sin disiparlas o resolverlas. Y no poner atención en ellas no evita que realmente las tengamos. Además, querer ignorarlas consume tanta energía, que no nos merece la pena hacerlo, puesto que, finalmente -queramos o no, seamos conscientes o no, las reconozcamos o no-, las emociones siguen ahí, palpitando con fuerza en nuestro interior.

Esconderlas también es un gran esfuerzo improductivo. Porque… ¿Realmente se pueden esconder las emociones a los demás? ¿Y a uno mismo? Difícil. Enseguida encontramos algún indicio en los otros, en algún gesto que escapa a nuestro control o alguna expresión de su lenguaje no verbal, que nos lleva a entender sus emociones al respecto a poco que tengamos cierta sensibilidad.

Así que no se trata de negar, ignorar o esconder las emociones. Por ejemplo, cuando son negativas lo importante es identificarlas, extraer su información y hacer lo oportuno para no mantenernos en ellas.

Porque las emociones nos informan de lo que pasa en ese conglomerado al que llamamos -por simplificar- pensamientos, que va más allá de los procesamientos procesamos intelectuales o lógico-matemáticos, y engloban algo tan distinto como las creencias, las necesidades, las expectativas, los valores, las intuiciones, las decisiones, nuestras intenciones o nuestras atenciones.

Así, las emociones no son ni negativas ni positivas. Solo son información; información muy valiosa, porque  nos sitúa en el momento, en lo que lo que está pasando significa para nosotros. Incluso cuanto tenemos en una emoción desagradable (de las que llamamos coloquialmente “negativas”), ser conscientes ella resulta ser una información de gran valor.

Sin embargo, después de unos segundos con esa emoción, en los que ya hemos obtenido la información, quedarnos o no en ella pasa a ser nuestra elección. Y en esa elección, podemos elegir continuar con esa emoción, o cambiar a otra que sea más beneficiosa para nosotros.

Por eso, permanecer en una emoción o pasar a otra depende de nosotros. Y el hacerlo con mayor o menor facilidad depende de nuestra habilidad en la gestión de nuestras emociones y nuestro pensamiento.

“Una emoción negativa nos da información muy valiosa.

Después de unos segundos con esa emoción, ya pasa a ser nuestra elección el continuar con esa emoción, o cambiar a otra que nos siente mejor.

 

Y puesto que son nuestro pensamiento (o el aglomerado que hemos visto antes) el que condiciona

nuestras emociones, gestionar bien esos pensamientos, hará que tengamos autocontrol – uno de los componentes principales de la Inteligencia Emocional- de nuestras emociones.

De ahí el ser conscientes de todo lo que pasa por nuestra cabeza, todos los pensamientos, dónde ponemos nuestro foco, nuestras expectativas, nuestra imaginación… Es decir, podemos gestionar mejor nuestras emociones si somos consciente de qué pensamos sobre lo que está pasando, que conversaciones tenemos, qué conclusiones sacamos, qué críticas hacemos…

Y, a partir de esa consciencia, elegir. Elegir a qué damos cabida en nuestro pensamiento. A qué damos cabida en nuestra imaginación. A qué damos cabida en nuestra atención… Es decir, a qué damos vueltas en nuestro pensamiento.

Y eso lo podemos gestionar muy bien. Y lo haceos con nuestra atención: dónde pongo mi atención es prioritario.

Si me siento “mal” (mis emociones son desagradables), es que mi pensamiento se está entrando en algo que NO me agrada.

Si me siento “bien” (mis emociones son agradables), es que mi pensamiento se está entrando en algo que SI me agrada.

Mis emociones DESAGRADABLES me indican que estoy pensando algo que NO me agrada.

Mis emociones AGRADABLES me indican que estoy pensando algo que SÍ me agrada” 

Podemos cambiar cuando queramos nuestro foco en una idea u otra. Aunque requiere práctica para hacerlo de forma fluida, se puede.

Qué nos permite la gestión de nuestro pensamiento y nuestras emociones

La gestión de nuestro pensamiento y emociones es la gestión de nuestra propia vida, puesto que de ahí surgen nuestras actuaciones, nuestra forma de relacionarnos, nuestras decisiones…

Así, nuestra mayor capacidad de autogestión nos proporciona

  • Autocontrol para superar el estrés y la ansiedad
  • Evitar caer en el drama y el pánico.
  • Gestionar las alteraciones emocionales.
  • Mayor capacidad de decisión sobre cómo nos queremos sentir
  • Reemplazar pensamientos y emociones no deseadas
  • Gestionar la tensión emocional.
  • Identificar y reemplazar estructuras de pensamiento no deseadas que producen emociones desagradables
  • Identificar qué pensamientos y emoción nos produce una situación
  • No dejarnos atrapar por emociones negativas y desfavorables para nuestro bienestar.
  • Conocimiento de técnicas que permiten dominar estados emocionales negativos.
  • Aumento de nuestra autogestión
  • Incremento del control en la toma de decisiones
  • Ampliación de nuestro propio control emocional
  • Mayor satisfacción personal

Y, sobre todo, una mayor capacidad de autogestionarnos en momentos de crisis, donde perder los papeles tendría graves consecuencias negativas para nosotros, nuestra salud y nuestras relaciones, entre otras cosas.

El problema viene cuando nos atrapa el drama, al sobrepasar “El Punto de No Retorno”. (hablaremos de él en otro artículo”.

Reflexión:

¿En qué eliges poner tu pensamiento hoy? ¿Cómo quieres sentirte?

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