Si alguien pensaba que el estado de alarma no se iba a prorrogar pudiera llamársele incauto.
La pandemia sigue sin estar controlada y las posibilidades de contagio siguen siendo importantes, además, se carece de criterio claro para «combatirla».
Un Gobierno, no científicos o profesional médico, tan pronto reniega de las mascarillas e insiste en usar guantes, como tan pronto dice que hay que llevarlas puestas por la calle. ¿Recuerdan aquello de Sánchez: “el heroísmo es usar guantes”?
Y es que este Gobierno lo que dice a la mañana, por la tarde cambia. Y eso que se ha creado -dice- una comisión de científicos “para luchar en esta guerra contra el virus”. Pero no se sabe quiénes son, qué dicen, qué establecen, ni porqué.
Mientras siga habiendo un número elevado de personas fallecidas y un número elevado de contagiados, datos que no se sabe muy bien cómo se contabilizan ni la causa exacta de la muerte, el estado de alarma se prolongará. Y, según alerta el presidente, después de este estado, «salir a la calle» será algo espaciado.
¿Se podía haber evitado? Posiblemente no, pero sus efectos sí o, por lo menos, haberlos mitigado. Con coherencia, sin mentir. Sin autorizar y alentar a acudir a manifestaciones masivas como la del 8M, cuando en Italia ya se había decretado el confinamiento y en España ya aumentaban los casos positivos y fallecimientos. Con falta de material de protección ante lo cual Amancio Ortega, por ejemplo, donó y puso al servicio del Gobierno incluso su logística de producción en China desde el 18 de marzo. Lo mismo hizo su hija y otras empresas privadas. La embajada china envió suministros. Nada se supo.
Así va y otra prórroga de confinamiento.