Los políticos se suponen que tienen que dar ejemplo. Ahora más que nunca.
Uno de los vicepresidentes del gobierno que tiene este país va y resulta que desde que es «casta», la que, por cierto, tanto criticaba, se cree, por lo visto, por encima del bien y del mal.
En plena fase de confinamiento en España, este señor, llamado Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno, ayer, y no es la primera vez, se saltaba el protocolo de cuarentena, su mujer tiene el coronavirus. Así, porque sí, pero mientras, los ciudadanos todos, con cuarentena o sin ella, en caso bajo sanción y multa de un mínimo de 600 euros.
O sea, la población sin poder salir de casa y él, ala, de picos pardos y encima restregándonoslo en sus apariciones, ya públicas.
Un podemita que, antes de conseguir el poder, también criticaba las donaciones y ayudas a la sanidad española de un señor como la copa de un pino, Amancio Ortega. Quien, de nuevo, lo ha hecho en uno de los peores momentos que vive este país.
Un vicepresidente, por tanto, indigno, que no es ejemplo para nadie, sino más bien todo lo contrario. Sin embargo, ahí está.