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Alí Babá y las cuarenta… maletas y un poco de envidia sana

Hemos seguido estos días oyendo y leyendo versiones y nuevas informaciones contradictorias de lo que, desde que ocurrió aquel domingo de Enero en Barajas, hace menos de un mes, está resultando un escándalo internacional que no deja a España en muy buen lugar, algo por otra parte bastante usual cuando son los socialistas los que rigen -es un decir- los destinos de nuestro país desde que entráramos de manera más que forzada en el ansiado Mercado Común Europeo, allá por 1986,  de la mano de Felipe González y su entonces ministro del ramo, Fernando Morán, objeto de no pocos chistes de la época.

Desde comentarios de la vicepresidente Carmen Calvo, como que “la oposición sólo pregunta por lo que no le interesa a nadie, como Venezuela” o del presidente bolivariano Nicolás Maduro al decir que lo que hablaron la “dulce” Delcy Rodríguez y el “despistado” Maestro Ciruela, José Luis Ábalos, “es secreto”, hasta la “sorprendente” noticia de que el avión de marras, que no voló espacio europeo ni pisó suelo español, pero hizo las dos cosas sin reacción alguna de nuestros próceres políticos salvo elevar el arte de la mentira que los caracteriza, llevaba una misteriosa carga de cuarenta maletas, no se sabe si con drogas, oro o dinero, como algunos medios han especulado y que no siguieron viaje sino que se cargaron en un vehículo de la embajada venezolana en Madrid. Un número, cuarenta, muy apropiado para los reyes de la corrupción, que hacen bueno al titular del conocido cuento oriental del “Ábrete, Sésamo” con el que se abría la puerta de la gruta del tesoro, de cuya sucursal venezolana parece que tienen “llave” el socialismo de ZParo/Morodo y sus socios podemitas del tándem Monedero/PabLenin. Espero que algún día lo sepamos todo con pelos y señales aunque sea a través de la estadounidense D.E.A. que sigue la pista de nuestros “viajeros” y políticos y, muy probablemente de aquel “sigue el dinero” que tan popular se hizo en la investigación del Watergate.

Pero no todo es negro en el panorama político mundial. Mis lectores recordarán que hace no mucho titulaba un artículo con “Yo quiero un Trump para España” y no tengo más remedio que volver sobre él y expresar mi sano sentimiento de envidia después de ver la última intervención del Presidente norteamericano tras el fracaso del Impeachment que el Partido Demócrata, el equivalente a nuestro partido socialista -este con minúscula, porque ya quisiera, pese a todo, parecerse al americano-, le abrió con la intención de echarlo, algo muy natural cuando la izquierda no gana. Pero claro, en los EE.UU. no hay tres partidos de izquierdas dispuestos a todo con tal de echar a la derecha ni media docena de partidos nacionalistas de uno u otro signo que apoyaran una moción de censura, porque lo que menos les importa es España, sino todo lo contrario. Ya dejó claro Donald Trump que para él “America first” y en esa línea compareció hace pocos días para dejar constancia de los logros de su primer mandato -dignos de envidia también-, al que le queda casi un año y que no tengo ninguna duda de que repetirá en Noviembre próximo para otros cuatro más.

Así, apareció hace pocos días en la Cámara de Representantes sin rebajarse a dar la mano a Nancy Pelosi, la Presidente, tras dejarle lo que parecía una copia de su discurso. Para empezar dijo que “El Estado de nuestra nación está más fuerte que nunca” y resumir los datos del crecimiento económico y el empleo afirmando que “La tasa de desempleo de los afroamericanos, hispanoamericanos y asiaticoamericanos ha alcanzado los niveles más bajos en la historia”, a lo que añadió que “Bajo mi administración, siete millones de estadounidenses han dejado los cupones de ayuda alimentaria y diez millones de personas han dejado la asistencia social” y volvió a dejarle un mensaje al socialismo “demócrata: “A quienes esta noche nos ven en casa, quiero que sepan que nunca dejaremos que el socialismo destruya el sistema de salud americano e insistir en su mensaje de toma de posesión: “Debemos siempre recordar que nuestro trabajo es poner al pueblo americano primero”. Terminó con algo que ya nos gustaría haber escuchado alguna vez a alguno de nuestros presidentes, supuestamente conservadores: “Nuestro espíritu aún es joven, el Sol sigue saliendo, la gracia de Dios sigue brillando y, mis queridos compatriotas, lo mejor aún está por venir. ¡Dios los bendiga! ¡Y Dios bendiga EE.UU.!”. La reacción de la “señora” Pelosi fue romper a su espalda los papeles que Trump le había entregado al principio.

Pero sin duda, lo que me pareció más envidiable es la diferencia de algunos miembros del Partido Demócrata americano, después del discurso de Donald Trump, con los políticos socialistas españoles. Y como prueba, estos comentarios: “He sido demócrata setenta y siete años, y lo que pienso esta noche del partido demócrata está cambiando mi opinión, posiblemente siga siendo demócrata, pero no votaré por un demócrata nunca más”. Lo mismo que los barones socialistas, Guillermo Fernández Vara o Emiliano García Page, por citar sólo a dos, ante la mentira de su jefe cuando incorporó a su gobierno a los que no le permitirían “dormir tranquilo, como al 95% de los españoles” y apoyarse en los que “nunca la gobernabilidad de España dependería”, los independentistas. O éste otro “Yo voté también demócrata, pero nunca más votaré demócrata, me parece indignante que se quedaran ahí sentados cuando todas esas cosas buenas le están sucediendo a nuestro país”  añadiendo que “pareciera que ellos odian nuestro país y Nancy Pelosi todo el tiempo estuvo sentada con esa mirada de asco en su cara. Es indignante. No pienso votar demócrata otra vez” y rematando con rotundidad que “estoy harta de esto, toda mi familia tiene la misma impresión, mi esposo, mis amigos que están acá, todos fuimos demócratas, todos votamos por Hillary la última vez y nunca, jamás, votaremos demócrata otra vez” ¿Nos podemos imaginar a un diputado socialista decir algo así de la nacionalista Meritxel Batet por su “elegancia” con los bilduetarras y su dureza con los representantes de la derecha? Y quizás, una de las mejores intervenciones fue esta: “dicen que los demócratas no aman a su país, pero amamos a nuestro país y lo queremos ver tener éxito, pero tenemos la impresión que nuestro partido demócrata nos fue robado por un montón de comunistas y de ninguna manera mi familia votará demócrata otra vez”, absolutamente impensable en cualquiera de nuestros políticos socialistas. Y, para terminar, esta frase lapidaria que reafirma lo que antes decía respecto a las elecciones del “primer martes después del primer lunes” de Noviembre en U.S.A.: “Con tan sólo romper las hojas, Nancy Pelosi ha sencillamente garantizado la reelección de Donald Trump”. Pues eso, sana envidia, con todas las extravagancias que algunos le quieran achacar al Presidente norteamericano.

Nosotros, aquí, recuperando “las dos Españas” de Antonio Machado que unos se esforzaron en olvidar en los finales setenta y otros, desde los primeros ochenta, por acción o por omisión, han vuelto a propiciar que renazcan. Y algunos, a tortas dentro de una de ellas. Así nos va.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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