La sentencia de los llamados EREs andaluces demuestra cómo no se pueden tirar piedras a otros cuando el pecado lo tiene uno mismo.
Varios cientos de millones de euros pagados con los impuestos de todos lo españoles, que se suponen que iban para los trabajadores, para su empleo, malgastados por quienes han querido tener el monopolio de la defensa de los obreros y son todo lo contrario, puteros, drogadictos, viciosos y demás.
Uno se pregunta y ahora, ¿quienes pedían dimisiones a los demás, deberían dimitir?, porque mayor escándalo de corrupción en este país no ha habido.
Lo curioso es que parece que nadie se haya lucrado con ello, aunque bien mirado, no se, lucrarse puede ser también gastarse el dinero en comilonas, drogas y buen vivir etc…
Muy mala sentencia para una clase política que nació para defender a los trabajadores y lo único que hace es defenderse a sí misma. Podredumbre.