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Y el Congreso bajó el telón con los diputados noveles a mitad de escena

El Congreso de los Diputados ha bajado el telón antes de tiempo, dejando a los 212 diputados que se estrenaban en el hemiciclo en esta legislatura ‘plantados’ en sus camerinos y con el guion reglamentario a medio leer

La convocatoria anticipada de elecciones generales ha privado a esos diputados y diputadas ‘novatos’ de una legislatura corriente de cuatro años de duración, ya que han tenido que conformarse con solo cuatro meses de exiguo trabajo parlamentario.
La mayoría se han dedicado este tiempo a ejercer el trámite más sencillo de la Cámara Baja -la pregunta por escrito al Gobierno-, pero creen que han conseguido aprovechar estos meses, según han reconocido varios de ellos a Efe, ya que las negociaciones de la investidura no han llegado a asfixiar la motivación de la nueva generación de diputados, en torno a un 60 por ciento de la Cámara.
La diputada más joven el día que se constituyeron las Cortes, la catalana Marta Rosique (ERC), de 23 años, relata que aprovechó su corta estancia para poner la lucha independentista en la agenda parlamentaria: ese primer día llevó una camiseta que proclamaba «Acción Antifascista Países Catalanes».
«Reivindicarse» en la calle como miembro de Juventudes de ERC no es lo mismo que hacerlo desde un escaño, y esa ha sido su función «imprescindible» en el Congreso, pese a que reconoce que no es su lugar favorito.
En él ha llegado a debatir sobre el Open Arms con la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, y a discutirle a Ciudadanos su visión «centralista» de la educación, pero admite que la institución no es el lugar «idóneo» para una «persona independentista de izquierdas».
El ambiente «conservador» del parlamento es algo que también critica María Teresa Pérez, una periodista fichada por Unidas Podemos que nada más asumir su cargo denunció en los medios un episodio machista en el hemiciclo con un diputado veterano.
«Yo siempre aguantaré lo que nos echen», dice, pero las «actitudes poco constructivas y agresivas» que ha vivido allí las tendrá en cuenta. Porque el Congreso parece el lugar perfecto para representar a chicas jóvenes y cambiar la justicia patriarcal, explica, pero a la vez a la cámara le cuesta entender que «el panorama ha cambiado».
Y luego está el hecho de que el edificio parlamentario no pierde ese aura de impenetrabilidad y grandiosidad para los que vienen de fuera por primera vez, a pesar de ser la «casa del pueblo», recuerdan algunas de ellas.
Beatriz Pino, diputada de Ciudadanos por Pontevedra, era jefa de prensa de su partido en Galicia, por lo que el trato con el ámbito político era constante. Aun así, no pudo evitar sentirse sobrecogida al empezar a trabajar en el Congreso y encontrarse a «gigantes políticos» como el presidente del Gobierno u otros líderes en un ascensor.
«Una no se imagina el peso de la responsabilidad de estar ahí desde su casa, cuando se pisan las alfombras o los despachos», asegura, a pesar de que defiende la «naturalidad» como la mejor aliada para enfrentarse a un entorno tan mediatizado.
Porque la prensa es uno de las ramas primordiales que dibujan el croquis del «verdadero» Congreso, aquel en el que las relaciones entre personas priman sobre el «show» televisado que protagonizan las sesiones plenarias, coinciden estas parlamentarias.
Alberto Casero (PP), que en la anterior legislatura fue senador por Cáceres, afirma que la Cámara Baja es mucho más «vibrante» debido a la «presión mediática». «El Senado tiene un rol más tranquilo, es diferente», admite al recordar su entrada a esta institución.
«Tampoco aspiro a hacerme viejo en el Congreso», dice. Sus 16 años adicionales como alcalde de Trujillo (Extremadura) le han valido para entender la Cámara Baja como un paso más en su tarea por aplicar políticas públicas aunque reconoce que todo termina teniendo un punto y final.
Pero no en este renglón, porque se han quedado muchas cosas en el tintero y todos aspiran a repetir responsabilidades.
Algunos de los noveles, además, «han venido para quedarse» y así lo advierten. Es el caso de los 24 principiantes de Vox, entre los que se encuentra la diputada Patricia Rueda (Málaga), que cuenta a Efe cómo su salto al Congreso fue «fascinante» pero cargado de dardos que esquivar.
El comienzo del curso político fue afilándolos a medida que comenzaron las sesiones plenarias y el calificativo de «ultraderecha» voló con ellos. «Mucho desprecio» es lo que Rueda ha notado por parte del resto de partidos hacia Vox, a pesar de que considera que su primera experiencia no queda empañada y resulta «gratificante».
No hay grupo más fresco en la XIII Legislatura que el de Vox, pero la posible vuelta a escena de un antiguo miembro de la Cámara Baja, Íñigo Errejón, amenaza con destronar ese protagonismo con su nuevo partido.
Porque si el 28A puso patas arriba el Parlamento al resucitar entre algunos la nostalgia bipartidista, el 10N parece que va a poner a esos nostálgicos aún más contra las cuerdas. Una temporada dramática que promete. EFE
Naiara Bellio

Sueldos, transporte, móviles: así quedan los diputados en un Congreso cerrado

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