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La burda falsificación nacionalista de la historia de Cataluña y su Diada

El afán de los nacionalistas por reescribir y reinventar la Historia supone una estafa histórica, ya que transforma a quien fue realmente un patriota español en la personificación del independentismo catalán, y nada menos que dentro de una supuesta guerra entre “Estados soberanos” que nunca existió

El llamado Día Nacional de Cataluña o “Diada de Catalunya”,  que transcurría en los últimos años entre vejaciones a la bandera nacional (la bandera de todos, histórica y hoy constitucional, que debería ser asumida como propia por todos los españoles), agravios al Rey, provocaciones a quienes no coinciden con quienes organizan los desórdenes, desacato e insubordinación jurídica y política, se ha celebrado hoy bajo amenazas de desobediencia civil ante la sentencia sobre el «proceso separatista»….

En las celebraciones de esta Jornada se prodigan banderas catalanas con el triángulo de la estrella, o sea la “estrellada”, que es una bandera inventada (otra más) que representa al independentismo catalán. Se da así una curiosa circunstancia: a quienes recuerdan un hecho, según ellos histórico y del cual dicen proceder, no les sirve la vieja bandera del Condado de Barcelona, la que atesora tradición, con los colores del viejo Reino de Aragón y se inventan una nueva. Hasta ahí llega el disparate histórico de la celebración.

Y no es de ahora con referendums, leyes separadoras de España…. ya los anteriores gobiernos tripartitos, catalanistas y de izquierdas presididos por el PSC, dedicaban cientos de miles de euros de los Presupuestos públicos a rememorar episodios de la ‘Guerra de Sucesión’ (1701-1714) de hace tres siglos. Sobre este afán memorialista, Carod Rovira (izquierda republicana), entonces vicepresidente de la Generalidad, declaró: “Se trata de preparar la conmemoración del fin de la Guerra en 2014, y he elegido esta fecha porque hace trescientos años que Cataluña perdió el Estado, y ese sería buen momento para que Cataluña decida si lo quiere recuperar”.

Patrañas de la Historia, con mayúscula

La auténtica realidad histórica es que Cataluña nunca “perdió el Estado” de modo que no puede “recuperarlo” porque nunca lo tuvo. Ni hubo guerra alguna entre España y Cataluña, ni en 1701 ni nunca. Ni en el Tratado de Utrecht, ni en el posterior de Rastatt, se recoge que los territorios del Reino de Aragón, y, entre ellos, los catalanes, hayan de tener otra legislación que la común.

Una patraña histórica esencial para alimentar el independentismo es el papel que jugó aquel 11 de septiembre de 1714 el “conseller en cap”, Rafael Casanova, en cuyo monumento se hace cada año la “Diada» y una ofrenda floral. Casanova se ha convertido en el icono del independentismo catalán pero, como casi todo en esta Historia independentista, es una falsedad.

Poco antes de que Barcelona claudicara ante las tropas de Felipe V, el “conseller en cap” distribuyó un Bando propio 11 de septiembre de 1714, que ilustra claramente esta burda manipulación y falsificación la verdad. La proclama decía:  “atendiendo la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España, pero como todo confía que todos, como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey (se refería al pretendiente archiduque Carlos, que entonces hacia años que había renunciado a su pretensión), por su honor, por la Patria y por la libertad de España” («Se fa saber á tots (…) que la deplorable infelicitat de esta ciutat, en què avuy resideix la llibertat de tot lo Principat y de toda Espanya (…) pero com tot se confía, que tots com verdaders fills de la patria, amants de la llibertat, acudirán als llochs senyalats á fi de derramar gloriosament seva sang y vida, per son Rey, per son honor, per la patria y per la llibertat de tota Espanya».)

Casanova fue perdonado por Felipe V y murió a los 83 años de edad en su ciudad natal, Sant Boi de Llobregat. Se mantuvo el resto de su vida como un digno y noble patriota español, que es lo que había sido siempre.

El timo histórico transforma a quien fue un patriota español y nada menos que dentro de una supuesta guerra entre “Estados soberanos”, que nunca existió.  Los nacionalistas tratan de convertir una contienda entre dos pretendientes a la Corona de España (archiduque Carlos o Carlos III y Felipe V), en la que Cataluña apoyó al primero, en una guerra entre España y Cataluña. Una desmesura, o algo peor.

No existió nunca el Reino de Cataluña ni una Corona Catalana-Aragonesa. Cataluña era una especie de confederación de Condados a cuyo frente estaba el Conde de Barcelona. La unión de Cataluña y Aragón se produce porque la hija de Ramiro II, Rey de Aragón, Petronila, contrae matrimonio en 1150 con Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, no Rey de Cataluña. La Reina es Petronila, no su marido, que pasa a ser consorte. En esta línea, abdica en su hijo Alfonso II, en 1164, como Rey de la Corona de Aragón, y así hasta Fernando el Católico, casado con Isabel I de Castilla. Los Reyes Católicos, que culminan la unidad nacional.

Otra cosa es la existencia de una rama Aragón-Barcelona en aquella Casa Real. Según las costumbres y normas de la época, el marido de la Reina Petronila, Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, queda adscrito a la familia de la esposa y queda sometido al Señor Mayor de la Casa que pasa así a ser también el Señor del marido y de lo que tiene o aporta. Nada de Reino de Cataluña, ni de Corona Catalano-Aragonesa, ni de Estado Catalán. Esos inventos son para uso interesado de nacionalistas. La Historia no es un traje a medida.

Otro ejemplo de burda manipulación de la historia: la ‘Guerra de la Independencia’ española

Así, en Cataluña la ‘Guerra de la Independencia’ de 1808 a 1814 se denomina “Guerra contra el francés”, dejando de lado el protagonismo de tantos guerrilleros y militares catalanes en aquella lucha por la independencia de España. Todo por esa desmesura de considerar que Cataluña no puede aparecer como partícipe en una empresa nacional como fue aquella Guerra.

En la mayoría de las obras debidas a historiadores catalanes, y en el plan de estudios de los muchachos en Cataluña, por motivos políticos evidentes, se le denomina “Guerra contra el francés”. Que la historiografía catalana y los planes de estudio en Cataluña se pongan de perfil y no se avengan a llamar a la ‘Guerra de la Independencia’ lo que es, o sea, Guerra de la Independencia, es lamentable. Y más aún si tenemos en cuenta que el movimiento guerrillero, columna vertebral de la lucha por la independencia nacional, contó con muy significados catalanes, como Barceló, Baget, Clarós, Eroles, Manso, Milans del Bosch, Rovira y Llobera, entre tantos. La mayoría pasaron de improvisados guerrilleros, muchos de ellos rústicos, a ostentar  la faja de generales.

Llamar en Cataluña a la ‘Guerra de la Independencia’, “Guerra contra el francés” refleja un afán de apostar por la diferencia que repercute en la formación de las futuras generaciones. Claro que, después del delictivo empecinamiento en no cumplir las sentencias de los Tribunales sobre bilingüismo o sentencias contra referendums ilegales, una no se sorprende de casi nada.

Las manipulaciones históricas afectan a otras épocas

Se escamotea el protagonismo catalán en muchos episodios históricos nacionales a través de los siglos. Por ejemplo, por acudir al siglo XIX, parte de la historiografía en Cataluña pasa de puntillas por la heroica participación de los voluntarios catalanes, al mando del general Juan Prim y Prats, nacido en Reus, en la primera Guerra de África, con acciones tan relevantes como las batallas de Tetuán, Castillejos y Wad Ras.

Otra vez las “patrañas histéricas” desbordan la llamada “memoria histórica”, esta más allá de Franco. Se confunde lo que se desea que hubiese ocurrido con lo que realmente ocurrió.

Luis Cernuda tituló una de sus grandes obras poéticas “La realidad y el deseo”. Pues eso.

Nieves Ciprés, periodista

 

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6 Comentarios

  1. Xavier

    Antes de que llegara Felipe V a España, ya existía España como nación, lengua española (castellano), banderas representativas de la Corona Española, un Reino de España, un Rey de España, una Corona Española, un Gobierno de España, “Estructuras de Estado Españolas” derivadas del Monarca, como España estaba en Guerra con otros países, como se firmaba tratados de Paz entre España y otras naciones, y como los atlas descriptivos y mapas en general describían a España como Reino y como Unidad Territorial.

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  2. verdades como puños

    Otro de estos bulos significativos es el nacimiento de la propia Cataluña, situándola asombrosamente independiente varios siglos antes de su nacimiento como parte de la Corona de Aragón, y sin haberse desligado los condados de la Marca Hispánica de Francia hasta el año 1258, con el Tratado de Corbeil.

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  3. Antonio De la Torre Luque

    Muy buen artículo, Nieves, que, desgraciadamente, no leerán los que deberían hacerlo y enterarse de una vez de la verdadera Historia -con mayúscula- de España y dejarse de los cuentos y relatos de historieta que se vienen enseñando en Cataluña -y no sólo allí, por desgracia- en los últimos casi cuarenta años -leí hace unos días que se va a empezar a «impartir» en Andalucía la asignatura de «Memoria histórica», que ya podemos imaginar por dónde va a ir.
    Ahora estamos viendo, en toda su crudeza, el gran error que unos y otros -los que lo dejaron abierto y los que fueron cediendo ante los nacionalismos por una cuota de poder- cometieron al ir cediendo -sin prisas, pero sin pausa- las competencias de Educación -entonces, también con mayúscula- a los reyezuelos sectarios que la han convertido en doctrina. El efecto de «lluvia fina» ha acabado por calar hasta los huesos a esas nuevas generaciones que «aprenden» lo que se les enseña. Y el Estado mirando para otro lado, no se vayan a enfadar sus «socios», tan interesados como insaciables.

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  4. ciber yo

    El fanatismo se impone a la verdad histórica y a la razón con el gobierno de Puigtonton. Es lamentable que gente como koleta borroka apoyen el «proceso». Un camino a ninguna parte.

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