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Nadal, Roland Garrós, aviones y toros

Con el triunfo de Nadal, recordé uno de los estupendos artículos del desaparecido Urabayen, donde se preguntaba por el mecanismo de disparo sincronizado en los aviones. Y mucho tiene que ver con el deporte. Vamos a ello.
Roland Garrós, no fue el tenista que se pudiera pensar. Haciendo honor a su marcial nombre era un guerrero del aire, y el primero en cruzar el Mediterráneo por las alturas.

Al comenzar el conflicto del 14 la aeronáutica vestía pañales; se diría que lo aparatos volaban prendidos de una cigüeña. Y sabido es que las cigüeñas vienen de París, así que sobre sus cercanías hacia la frontera del norte se desarrollaron la mayoría de los combates.

En los balbuceos de la aviación, el hombre había intuido que con ella se podía golpear a sus enemigos, sin embargo no definía bien la manera. Los primeros en usarla en el campo de batalla fueron españoles sobre el Rif, donde destacó el militar estellés Julio Ruiz de Alda, héroe del vuelo Plus Ultra, pionero de los estudios catastrales, preso político y, ya comenzada la última guerra civil, asesinado por la izquierda.

Sin embargo, el tema de oponerse a otros aviones no estaba claro. Primero se estiló colocarse encima del adversario e intentar romperle las alas, entonces de lona, a pedruscazos. Luego se probó a disparar por arriba o los laterales, pero con el movimiento no se la daba ni a Francia, que estaba debajo.

Los pilotos eran conscientes que abrir fuego con una ametralladora que siguiera desde el puesto de mando el eje, hacía más probable el derribo del enemigo; lo malo que es que aseguraba el propio, ya que las palas de madera saltarían en añicos. Y aquí intervino Roland: Ideó un artífico metálico con el ángulo preciso para desviar las balas que optasen por golpear sobre las mismas. Tal que si rechazase pelotas a raquetazos. Este sistema, un poco pedestre, le sirvió para derribar tres cazas alemanes pero, tumbado él mismo, su aparato fue inspeccionado por Anthony Fokker, que venía trabajando la sincronización del tiro con las aspas, de tal manera que todos pasasen entre ellas. En 48 horas y con una ametralladora MG18, Fokker puso en marcha el dispositivo que dio un año de supremacía para las alas alemanas.

Y los franceses, con sentido del humor, llamaron al estadio donde se juega su Abierto de Tenis y al propio torneo con el nombre de aquel jinete del aire.

La pista central se denomina desde 1998 Philipe Chartier. Como quiera que se construyó, setenta años antes, sobre el solar de la más importante plaza de toros de las tres que tuvo París, los parisinos de siempre le llaman Les Arènes. A ese coso, donde lidiaron las figuras más importantes, gustaba de ir a torear de salón el pintor español Ignacio Zuloaga, guipuzcoano gran aficionado.

Así que llega Nadal, otro maestro muy torero, y pone las cosas en su sitio año tras año.

Jesús Javier Corpas Mauleón, escritor

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