El expresidente Aznar acierta cuando dice que el partido socialista es ya un partido «no constitucionalista» al permitir que los herederos de ETA y los independentistas catalanes le sostengan en el Gobierno.
Quienes se mofan y rompen el orden constitucional y lo utilizan para conseguir sus fines, además de sus dietas y sueldos, va y resulta que son quienes sostienen a un Gobierno que haría tiempo que habría cesado en sus funciones si no fuera por esos apoyos.
Además, parece que el efecto es contagioso puesto que el partido socialista se permite el lujo de votar una ley hecha para atacar a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y, lo que es peor, para conseguir que estos se marchen de la Comunidad Autónoma Vasca y de Navarra.
El “todo vale, vale todo” para mantenerse en el poder es ya una cuestión de Estado. El panorama, además, beneficia al partido del gobierno que ve, cómo sus rivales fraccionan el voto y que, con ello, se le hace más fácil intentar volver a reeditar el «Gobierno Frankestein», denominado así por una definición que empleó Alfredo Pérez Rubalcaba. El predecesor de Sánchez en la secretaría general del PSOE utilizó este término a mediados de junio en un curso de verano en El Escorial y dijo que ese Ejecutivo «no puede ser” porque los socialistas “no pueden” ir a la investidura de la mano de partidos independentistas“que quieren romper aquello” que ellos quieren gobernar. Se refería a la Nación española.
Hoy la falsa legalidad con la que algunos utilizan la democracia, pervierte a un Estado que está ya a punto de romperse y quebrarse, si es que ya no ha ocurrido.
