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La cúpula de ETA detenida

  • Por José V. Ciordia, historiador

Tal día como hoy un día 30 de marzo de 1992, eran detenidos en la localidad francesa de Bidart los asesinos miembros de ETA, y dirigentes entonces de la banda, Joaquín Múgica Garmendía, “Pakito”, Joseba Aguirre Erostarbe, “Fittipaldi” o “Artapalo” y José Luis Álvarez Santacristina “Txelis”, y siete personas más. Txelis era el ideólogo político y Fittipaldi el fabricante de explosivos, el jefe de logística. Pakito, el jefe militar, daba las órdenes de asesinar. Bajo su mando, desde el 11 de enero de 1989, se perpetraron atentados como el de la plaza de la Cruz Verde de Madrid, y asesinatos como el de la fiscal Carmen Tagle. Más de cien personas asesinadas.

La operación ha sido considerada durante décadas el modelo a seguir por las fuerzas de seguridad de España y Francia.

La decapitación etarra en Bidart, a siete kilómetros de Biarriz (Francia) y a 20 de la frontera, supuso el mayor golpe contra la organización criminal en toda su historia: por primera vez se desarticulaba la cúpula, que además llevaba más de una década en el poder a golpe de coche bomba y tiro en la nuca.

Fueron arrestados en una macrooperación cocinada a fuego lento, con colaboración a ambos lados de la frontera, un topo de la Guardia Civil infiltrado y sobre todo paciencia, mucha paciencia.

Tras la incautación de Sokoa en 1986 y la matanza de Hipercor en 1987 (21 muertos en Barcelona), el Pacto de Ajuria Enea y las conversaciones de Argel, incardinan el marco donde germinará Bidart. El éxito se gestó en la infiltración de un topo entre los terroristas, según la versión del general de la Guardia Civil, Enrique Rodríguez Galindo, más tarde condenado por los GAL. Tras la puesta fuera de circulación del Comando Eibar en 1989, una información de un confidente (conocido por el Cesid como ‘Pedro’ según Interviú, era un miembro legal que se convirtió en chivato) «lleva a Galindo a vigilar durante meses a un dirigente de ETA hasta que le guía a la dirección de la banda», tal y como confirma a El País José Luis Corcuera, por aquel entonces ministro del Interior. Una agenda perdida por José Luis Urrusolo Sistiaga, del comando Barcelona, hizo el resto.

Así pues, un operativo de la Benemérita vigilaba la zona aquella tarde de domingo. Llevaban cuatro meses sobre la pista e incluso tuvieron la opción de dar un paso adelante hacía solo una quincena.

Pasada media hora de las seis, los agentes ven como ‘Txelis’ llega sobre una moto a un caserío de Bidart, donde ya está ‘Fiti’. Poco después, otro terrorista hace de chófer de un desconocido en su Ford Escort. Sus gritos, sus imprecaciones y el hecho de que han cambiado de vehículo hasta en tres ocasiones, no deja lugar a dudas: es un pez gordo. Un oficial del instituto armado llega incluso a reconocerlo: son los rasgos de ‘Artapalo’, es ‘Pakito’, el máximo objetivo en la lucha antiterrorista española.

Luz verde: la unidad de élite gala (ya que el instituto armado no puede actuar sobre suelo francés) ejecuta la operación a velocidad vertiginosa. Aunque los tres llevan pistolas, apenas tienen tiempo para tratar de quemar fotos y documentos. Todo está en calma a las siete menos 20.

La Moncloa respira aliviada: faltaban solo 22 días para la inauguración de la Expo de Sevilla y ese verano se celebraban en Barcelona los Juegos Olímpicos. El zarpazo antiterrorista era una gran victoria.

«Se acabó», espetó Rodríguez Galindo a ‘Pakito’ en la comisaría de Bayona.

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