En un acto de cinismo político, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pedía ayer el apoyo de PP y Ciudadanos, bien de forma positiva o bien a través de la abstención, para sus presupuestos.
Unos presupuestos donde el gasto aumenta, confiando en unos «posible» mayores ingresos, y donde la atención al más desfavorecido es igual, incluso menor, que otros años. Y donde una gran parte del gasto va para contentar a sus socios independentistas. Miles de millones para rebeldes y maestros de la mentira.
Sabe Sánchez que su apoyo no lo tiene mientras juegue con quienes quieren romper aún más España. Y sabe Sánchez que se encuentra ante unos presupuestos destinados a pagar favores pasados y presentes. Sabe que es presidente, a través de una moción de censura a Rajoy apoyada por independentistas y comunistas, con el fin único de convocar unas elecciones, que no convoca ni ha convocado. Sabe que dijo que continuaría con los presupuestos aprobados el pasado mayo y que el PSOE posibilitó.
Lo sabe, pero no importa. No parece molestar a Sánchez. Los demás, viendo un país que se desmorona.