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Los cambia calles

Más fácil que construir es romper o dar el cambiazo; mudar el nombre de una calle demuestra, además, poco respeto hacia vecinos, carteros y transportistas. Sin embargo, no voy a hablar aquí de la última asironada contra la pamplonesa avenida del Ejército, ya que la han rebatido aquí muchos muy bien.

Petar procede del verbo latino petare, que se traduce por expulsar ventosidades. Según la Real Academia de la Lengua Española, deriva a nuestro idioma desde el catalán pet, que significa lo que se están imaginando; ustedes me entienden. Con el sentido de golpear aparece en 1595 en el libro Teoría y práctica de la guerra. Es en el XIX cuando se abre camino la acepción agradar. En 1936 se incorpora al diccionario como localismo de Galicia y León, y en 1985 se amplía al concepto explotar.

Hoy en día goza de gran polisemia, algo habitual en estos tiempos que el español adolece de empobrecimiento por sus hablantes. Me explico con un ejemplo: en nuestra otrora rico habla, no era lo mismo tasca, bar, cafetería, salón de té, pub, garito, whiskería, etcétera; de manera que, con elegir la adecuada, el interlocutor percibía una descripción de establecimiento. Ahora se ahorra vocabulario con palabras multiuso, (sitio, guay, flipas) a costa de dilapidar en explicaciones. Así, peta viene a tener variados usos como «el coche en la rampa fijo que peta» o «está volado porque se fumó un peta».

Además PETA es el acrónimo de una asociación, People of the Ethical Treatment of de Animals, que se dedica, con abundante financiación extranjera, a una curiosa defensa de los mismos. A dicha entidad afirma pertenecer Penélope Cruz, actriz crítica con los encierros que salió a la palestra con la película Jamón, jamón enseñando el ídem. Claro que ahí está Ábalos, político profesional que llama casposos a los cazadores y quienes asisten a unas corridas donde el señorito se instala gratis en burladero, que él lo vale; y que nos lo cobra. Uno se acuerda de aquellas cacerías entre ministros como Fernández Bermejo y su sucesora hoy, Dolores Delgado, con jueces afines como Garzón; realizadas, de paso, sin licencia. Y del reactor que cogía un vicepresidente gubernamental, también socialista, para llegar al paseíllo de la Maestranza sevillana. Luego nos metemos con el pobrecito «Top Gum Pedro Sánchez»; si es que de casta le viene al galgo.

Hace poco los «animalistas» se manifestaban contra el ordeño o el consumo de huevos, «por explotación sexual» (sic), y la elaboración de embutidos, «son cerdos muertos» (sic) así deje de alimentarse media humanidad. Sin embargo, no les he visto mover en defensa de la progenie oval de la rana peta (se llama así, lo juro), devorada por la población boliviana; ni las tortugas laúd, boba, verde o carey, zampadas en Nicaragua; o en contra del degollamiento masivo de corderos por las comunidades islámicas.

De la primera, les excusa que seguro ignoran su existencia (recuerdo un dirigente suyo que confundió un Ancinonyx jubatus con un leopardo, que ya es confundir). El saqueo en las puestas de quelonios sobre el lado sandinista de playa Tortuguero frente al conservacionismo de Costa Rica, o los millones de ovinos rebanados por los musulmanes, me cuesta creer los desconozcan.

Ahora PETA ha expelido otra de esas disposiciones-fatua a que nos tiene acostumbrados; como ha sido en Francia, la llamaré boutade.

En el país vecino, donde no permiten manifestarse contra la lidia de toros a menos de un kilómetro del festejo, se dedican tal que aquí el cuatripartito, al trajín de nombres en las calles. Sus objetivos ahora, Villers-sur-Mer o Caen, situadas en Calvados, Baja Normandía; Issigeac, ubicada en Dordogne; o Lille, centro de Hauts-de-France, Nords-Pas de Calais. ¿Por qué?

Se justifican en que los campesinos de aquellas tierras ganaderas tuvieron la perversa idea de bautizar sus paseos como rue de Saucisses, rue de Jambón o rue de Fromage, sustantivos que quieren decir salchicha, jamón y queso. Y los del Peta exigen que se reemplacen por los términos «saucisses de soja», «gens bons» (buenas gentes) y «faux mages» (literalmente, falsos magos; se refiere a sucedáneos veganos, creo).

Espero que nadie llame asesinos a los habitantes por, al negarse a la sustitución, frustrar el baile nominal urbanita y el mareo de repartidores.

«Cuando el diablo está ocioso, con el rabo mata moscas», dice el refranero. Comenté al principio a cerca de la inconveniencia de alterar el nombre en las vías, así como la existencia de un verbo con uso tan variado e in crescendo que maravilla. Aguardemos la próxima. ¡Jo, qué tropa!, discúlpenme la manida cita de Romanones, pero viene al pelo.

Jesús Javier Corpas Mauleón, escritor y empresario

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