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Franco, Lluch, un año más

Estamos teniendo un mes lleno de efemérides diversas. A la de la pérdida de Enrique Urquijo el pasado 17 se le une otras dos que merecen ser comentadas.

Este martes 20 de hace 43 años el dictador Francisco Franco dejaba de existir. Observando como en los últimos tiempos renace el espíritu franquista, fascista, aquí y allí, que se manifiesta de maneras muy diversas dudé de que efectivamente haya sido así, o sí es que ha resucitado sin darnos cuenta, al menos su ideario.

Nuevamente me toca posicionarme públicamente intentando frenar la posibilidad de que Franco y sus ideas sigan vivas, recordando aquella madrugada gris y tenebrosa. Quizás desde esta labor de recuperación de nuestra memoria histórica aunque sea tipo hormiguita, nuestros jóvenes encontrarán el antídoto para combatirlas.

Recuerdo esa mañana como si fuera hoy, la reunión con mis camaradas del PCE de Papel, Artes Gráficas, Prensa y Artistas la noche anterior previendo lo que iba a acontecer, con la sombra de una época más negra aún que algunos preveían.

Viene también a mi memoria el recorrido en mi SEAT 600 hasta mi lugar de trabajo, sin saber muy bien como saldría de allí y rodeado de un silencio extraño en el ambiente. Ese coche que tantas veces nos había servido para transportar la propaganda del PCE y que ese día había limpiado cuidadosamente.

No fuimos capaces de derrotarlo en las calles, en las fábricas y universidades pero de allí salió una generación curtida en esas batallas que hoy aún seguimos en las trincheras, como se puede entender viendo a las gentes que llevan meses luchando por las pensiones, las suyas y las de quienes vienen detrás. “Así se forjó el acero”.

Gentes antifascistas, inconformistas, librepensadoras, republicanas, ateas, cultural y políticamente formadas, ingenuas y un pelín utópicas, que ahora observamos con estupor como Franco renace de sus cenizas.

Aquella madrugada me llega la imagen de mi desayuno en silencio con mi compañera, apenas algún comentario sobre lo que podría pasar. En aquel momento militaba en el PCE y CC.OO., en la Universidad y en Artes Gráficas.

Se hablaba de la “noche de los cuchillos largos”, que la extrema derecha camparía a sus anchas este día, detenciones, quizás desapariciones, nos preparábamos para todo e intentamos dejar las cosas atadas.

No tenía miedo, pero fue un desayuno extraño, como de despedida. Luego en el viaje hacia la zona de Atocha, pensé en prepararme por si me detenían, antes habíamos “limpiado” la casa y ese día mi entrada en mi trabajo fue un punto más emotiva.

Temí que quizás era la última vez que veía las calles, las personas caminando hacia su curro, tenía un historial extenso en la BPS y por tanto era un candidato firme para que la represión me alcanzara de lleno. Quizás por esa razón un estremecimiento me recorrió el cuerpo al bajarme del coche.

Estas cosas no se cuentan, quizás porque siempre estamos en los grandes hechos y olvidamos que las pequeñas anécdotas a menudo son las más importantes, porque conforman nuestra historia personal.

Hoy miro por mi ventana y recuerdo ese momento, observo el panorama, veo la prensa diaria y me vuelvo a estremecer. Se manifiestan demasiados síntomas de que no hemos aprendido nada, de que la izquierda olvidó fácil aquella época no tan lejana.

Mucho más aún una juventud que de manera irresponsable, especialmente desde sectores que se consideran más de izquierdas que Lenin, te sueltan que seguimos en una dictadura, que esto no es una democracia, o nos señalan como del “Régimen del 78” a 40 años de aquel instante.

No chavales, no, estamos en una democracia, imperfecta, con fallos, susceptible de ser mejorada, pero democracia. Aquello sí era una dictadura, aquella madrugada el ambiente estaba impregnado de ella, el miedo nos los dejó muy claro.

Quizás a las gentes de izquierdas de mi generación nos haya faltado realizar una labor pedagógica profunda y constante. Hemos dado por hecho que la historia se conoce, pero lamentablemente no es así, o se ha olvidado demasiado rápido. Convendría que intentáramos rectificar antes de que sea demasiado tarde.

Pero no es el único hecho que se conmemora esta semana. El miércoles 21 de hace 18 años asesinaron a un compañero de lucha por el diálogo y el entendimiento, mi compañero del alma Ernest Lluch.

Fue como un directo al mentón que me tiró casi a la lona. Mantenía con él la misma línea de pensamiento respecto al conflicto vasco y a la actividad de ETA y fueron a por él, como antes a por otro amigo: Juan Mari Jáuregui, porque precisamente atacaban a los constructores de puentes, esos que intentaban dinamitar con sus armas.

Al final de la manifestación que recorrió las calles de Barcelona como repulsa por su asesinato, la periodista Gemma Nierga, que fue la encargada de leer el manifiesto final, se saltó el guion pronunciando una frase que dejó seco, con cara de póker, al duro José María Aznar allí presente y por entonces Presidente del Gobierno. “Estoy convencida de que Ernest, hasta con la persona que lo mató, habría intentado dialogar; ustedes que pueden, dialoguen, por favor» señaló Gemma de manera contundente.

Fue como puñetazo que la sociedad civil a través de ella, daba en la mesa de unos políticos enquistados en la confrontación y la guerra. Esa reflexión se pronunciaba después de un infame asesinato y en un momento muy duro de ataques constantes a nuestra democracia por parte de la banda terrorista ETA.

Viene también ahora a mi memoria aquella famosa frase que quizás marcó el devenir de la solución de un conflicto que parecía eterno e irresoluble, observando la insostenible tensión centro-periferia actual.

Se refería Gemma a la necesidad de solucionarlo por la vía del diálogo y el entendimiento entre muy diferentes y de alguna manera así se hizo, aunque fuera de manera minoritaria, paciente y discreta. Hoy 18 años después aquella situación ha cambiado radicalmente aquí, aunque en otras partes continúa inalterable en lo que se refiere a capacidad de comunicación.

Me pregunto ahora que veo otra dura confrontación, en éste caso entre el Estado y Catalunya, si Gemma no debería volver a pronunciar esa frase en en las calles de Catalunya, o directamente en el hemiciclo del Parlamento de España. Una frase, un grito que llegara a los despachos de todos los partidos, de todos sus dirigentes.

En estos últimos días ha habido alguien que entendió aquel mensaje, el Lehendakari Urkullu. Por eso impregnó del mismo a las sabias palabras que trasladó al President Torra en su reciente reunión de Ajuria Enea.

Aconsejándole diálogo y distensión, que debía aprovechar la nueva mayoría que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa para encontrar una solución con el Estado, en la búsqueda de una consulta legal y pactada, o que se debe aparcar la vía unilateral, .

Queda recuperar ese llamamiento de Nerga. Dialoguen, dialoguin, hablen, entre las izquierdas, con los diferentes, incluso entre los muy diferentes. Hablen, dialoguen.

Efemérides, diversas, complejas, pero que merecen ser recordadas, porque el olvido es lo más terrible que puede ocurrir a una sociedad moderna.

José Luis Úriz Iglesias, ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE

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