Hace ya algunos meses, Ana Pastor, presidenta del Congreso, se negaba a que el entonces presidente de la autonomía catalana, Puigdemont, pudiera acudir a explicar su propuesta. Ayer, en un giro en su actuación, ofrecía al que hoy es presidente catalán, Joaquín Torres (Torra), la posibilidad de acudir, y esta vez sí, a explicar su propuesta.
Cuántas veces se ha oído al PP, partido al que pertenece Ana Pastor, que el independentismo catalán no merece ningún tipo de consideración, que no hay que darle protagonismo, que no tiene legitimidad. Eso sí, con este discurso, el Gobierno de Rajoy, les dejaba hacer.
Sin embargo, ahora, abiertamente se les consiente, quizá se le quiere dar una importancia que no tiene, posiblemente, para fastidiar al «enemigo», pero, en suma, una importancia que legitima “el juego sucio” del independentismo.
Últimamente, parece que el PP del Congreso extraordinario tras la dimisión de Rajoy está cambiando su criterio: rechazo a poner lazos por parte de los políticos y, ahora, dando legitimidad al independentismo.
Con el nacionalismo excluyente no caben medias tintas, solo cabe firmeza y mano dura. El efecto Casado parece desinflarse.