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Orejas de espejismo; Fuente Ymbro mandó ganado de carne

Por Jesús Javier Corpas Mauleón, escritor y empresario

En la tarde de ayer recordé una anécdota. Hace muchos años, estando reunidos los ganaderos de la Unión, quién tenía la palabra inició su discurso así: «Nosotros los criadores de toros bravos…». Le interrumpió otro compañero así: «Dejémoslo en ganado de lidia, porque bravo, todo no sale». A algunos de ellos les llamaban ganaduros.

Y me acordé porque el festejo parecía organizado por antitaurinos.

Lo que vino de Los Romerales, de vergüenza. Mansos de libro, blandos, sin fuerzas, con dos excepciones. Uno que se dejó, sin más. Y otro que la presidencia estafó al público. Público que tampoco parecía enterarse de mucho. Ya que, en su mayoría, no protestó ese toro, devuelto en cualquier otra plaza. Y sí no dar una segunda oreja inconcebible cuando ya se había otorgado una generosa.

Lo mejor, unas series de Miguel Ángel Perera. Del resto ¿qué decir? Las reses tenían una querencia a chiqueros demasié. Y para allá iban de continuo. Huían de los engaños, el caballo y cualquier pelea, doblaban manos y salían sueltos, no se empleaban y se defendían. El quinto, que tuvo algo y humilló, aunque durara poco y no fuera bravo, permitió a un Perera sólido sacarle algunas tandas a base de dejarle la pañosa en la cara y tirar de él. Hubo muletazos profundos. Con mando y ligazón, hizo parecer la res mejor de los que era. Mató de bajonazo, con lo que el mejor toreo quedó en saludos desde el tercio. Si el acero toca cima la oreja, esta sí, hubiese sido de ley.

López Simón brindó su primer toro al público en un feo detalle, pues sabía, como sabíamos todos, que no servía. Da la impresión que pensó que con dos rodillazos y dos desplantes le cortaba. Y no; el público, aunque ayer estuviera despistado, se merece un respeto. Luego anduvo perdido totalmente, y se tiró a matar con una larga excursión por los alrededores de la plaza. Silencio.

Castella estuvo profesional y por encima de su primero, igual que Perera, pero nada había en cornúpeta, así que tuvo silencio. En el segundo, otro saco de carne, igual, pero como mató bien, le dieron una orejita de ningún peso.

López Simón al sexto, ayudado por una voltereta y un arrimón a final de faena (en toriles, como corresponde a otro rajado más), le cercenó pilosa de saldo. ¡Sin un muletazo! ¡Viva la Pepa!

Y entonces le gente, que se había tragado la invalidez, por pajazo y blandura, que solo había pitado dos toros en el arrastre, cuando se lo merecían todos, estalló en ira con un balcón que pecó de lo contrario: dilapidador con los premios y cicatero con el ganado.

Si era muy discutible la repetición de Fuente Ymbro este año, el que viene no gustaría escuchar que se le cortaron dos apéndices, y casi tres. Han sido un espejismo, también ellas. Lo que pasa cuando se pone demasiada agua al Jandilla.

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