La mejor noticia de la corrida de hoy de la feria de San Isidro es que los tres toreros y sus cuadrillas pudieron salir por su pie de la plaza tras tener que lidiar, sudar y sufrir un desmesurado encierro de Dolores Aguirre, cuyo juego resultó una antología de la mansedumbre en sus peores versiones.
Las más de tres toneladas de carne de la basta y desproporcionada bueyada bien pudieron ser despachadas en cualquier matadero industrial antes que en el ruedo de una plaza como la de Madrid, donde sus prestaciones se situaron en el polo más opuesto y alejado de la bravura conseguida en un trabajo genético de varios siglos.