Vistadel Parlamento de Cataluña. EFE/Archivo
Joaquín Torres, alias Quin Torrá, es, desde ayer, presidente del Gobierno catalán.
Su nombramiento se producía tras el esperpento de su toma de posesión en la que se saltaban a la torera, todas las normas estipuladas. Como norma general, cuando se produce un acto de estas características, es decir, la presencia de la bandera del país al que se pertenece, en este caso la bandera española; una foto de la persona que ostenta la Jefatura del Estado, o sea el rey de España y la adopción de una fórmula en la que se reconoce fidelidad a la norma fundamental del Estado, aquí la Constitución Española.
El Gobierno español debía esperárselo, puesto que no ha hecho ni siquiera un intento por estar presente. Es como si con un presidente catalán se les fueran a solucionar todos los problemas.
Mientras esto ocurría, dos hechos acontecían en el día de ayer: el conocimiento de que el Gobierno del PP está estudiando trasladar a las cárceles del País Vasco a varias decenas de terroristas etarras, después de haberlo negado por activa, por pasiva y por perifrástica, y el no rotundo de Rajoy a las propuestas del líder de Ciudadanos: mantener el 155 en Cataluña e intervenir la televisión autonómica catalana, TV3.
El Gobierno de España pretende que todo continúe como está, está claro. Si un cargo político jura su cargo despreciando a las instituciones del Estado al que pertenece, no debería ostentar dicho cargo. Automáticamente cesado. Pero eso al Gobierno poco le importa. El caso es continuar en el poder.
Lamentable
