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La izquierda gana la batalla del lenguaje y trata siempre de ganar la calle

Escuchamos siempre que el que gana la batalla de las palabras acaba ganando la de las ideas y no dejamos de ver ejemplos en los que la reiterada perversión del lenguaje acaba imponiendo términos que terminan haciéndose de uso común. El tema no es nuevo y hay que remontarse muy atrás para entender la situación actual y ver como no todo fue logro de la izquierda, que lo lleva en su ADN, sino que hubo impulsos desde el otro bando o no se presentó batalla en el lugar y momento oportuno y el resultado no podía ser otro.

Hace algo más de un año traté este asunto del “lenguaje inclusivo” que la terminología progre impuso desde los gobiernos socialistas, haciendo femeninos los nombres y adjetivos genéricos que convenían a la causa “feminista/regionalista”, pero hubo también cierta colaboración desde una querida región española que ayudó no poco a que se “normalizara” el nombre en gallego de la capital del Noroeste peninsular dando pie a que se extendiera esa tendencia tan negativa.

Incluso hubo una demanda por conservar “La Coruña” frente a “A Coruña” -que recogía el Estatuto-, interpuesta en 1993 por la Mesa por la Normalización Lingüística (MNL) que el entonces Alcalde perdió en el Supremo y, si no recuerdo mal, fue en época de Aznar cuando se escribió en gallego el indicador de salida de Madrid en la Autopista A6 que llevaba hasta allí. Y lo mismo pasó con Orense o Gerona o Lérida o Vitoria o Bilbao…, iniciando una escalada progresiva de despropósitos que llevaron del bilingüismo inicial al más absoluto monolingüismo cerrado en ciudades y pueblos de las regiones con lengua o dialecto regional, hasta el punto de no reconocer en muchos casos el nombre por el que  las conocíamos en español, originando una aún mayor laguna en el ya poco saber sobre la toponimia española característico de las nuevas generaciones posteriores a la reforma educativa de 1970 y no digamos entre las víctimas de la LOGSE. No deja de ser aberrante escuchar día sí y día también en los informativos nacionales de medios públicos y privados decir “Yirona” -lo pongo como suena porque no parece que lo digan con “ll”- u “Ontiñén”, por citar sólo dos, cuando dicen Nueva York y no “New York” o Londres y no “London”, por ejemplo. Menos mal que algunos -eso sí, extranjeros- llaman a las cosas por su nombre, como ocurrió el martes en el Círculo Ecuestre de Barcelona, cuando un empresario alemán le espetó al nacionalista presidente del “gallinero” catalán, Torrent (e), que “donde deberían estar todos es en prisión”.

En definitiva, entre la victoria del lenguaje degenerativo de la calle, que se va imponiendo y la RAE va adoptando, en muchos casos de manera poco entendible, y la doble vara de medir en la particular interpretación de la “libertad de expresión” -siempre que sea la de la izquierda progresista, claro-, ganan por goleada y me temo que con un resultado difícil de superar si hubiera alguna vez un “partido de vuelta”. Como dijo Francis Bacon: “No hay nada que haga más daño a una nación como que la gente astuta pase por inteligente” y astutos, en todo caso -y si acaso-, es lo más que hay en la izquierda política actual de las tres últimas décadas.

Lo mismo que la del lenguaje, intentan ganarnos la batalla de las calles. Sin retroceder demasiado, hasta la concentración/ocupación de la Puerta del Sol, en 2011 o a movimientos “rodea el Congreso” y demás expresiones “democráticas” del derecho a expresar su descontento de la izquierda -que, por cierto, siempre acaba con destrozos de material urbano y heridos, más entre los “salvajes” miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que entre los “pacíficos” reivindicadores de sus “derechos”- en las últimas semanas hemos visto que, “aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid”, es decir que algunos pensionistas han manifestado su descontento con la ridícula subida del 0’25% de las pensiones -lo estamos muchos, pero no creo que sea ese el camino-, esa izquierda siempre dispuesta a “defender” los derechos del ciudadano ha querido monopolizar ese movimiento poniéndose al frente del colectivo a través de una autodenominada “Coordinadora Estatal por la defensa del Sistema Público de Pensiones”, cuya portavoz es curiosamente una “jubilada”  de Pontevedra de 41 años, Victoria Portas, ”brillante” administrativa -con todo el respeto al colectivo, en el que como en todos, habrá gente muy buena y válida- y destacada activista sindicalista perteneciente a En Marea -franquicia gallega de Podemos-, a cuyo Consello optó en las primarias de Enero de 2017, que comparte ese “honor” con dos no menos acreditados “defensores de los derechos humanos”, Leopoldo Pelayo, portavoz de la citada Plataforma en Madrid, militante del PC de Madrid y representante del Frente Cívico Somos Mayoría de Julio Anguita y activista en Marchas por la Dignidad, que en las redes sociales replica a Podemos e IU y Ovidio Bustillo, ex religioso y pionero objetor de conciencia, miembro de Yayoflautas Madrid y antiguo editor de la revista Oveja Negra (Combatiendo al capital), cuyo ideario y contenidos se pueden ver en “san Google”. Y, cómo no, a la manifestación del 22 de Febrero se unieron, entre otros, Errejón y su compañero de filas, el “aseado” Rodríguez que con sus “rastas” dejó estupefacto a Rajoy cuando apareció de esa guisa en el congreso, Garzón (IU) y Simancas (PSOE), para que no quedaran dudas de quién estaba detrás de este “espontáneo” movimiento de la tercera edad. Por cierto, nadie se acuerda ya de que quien congeló las pensiones en 2011 fue ZParo y de que el primero en recomendar un plan privado de pensiones para complementar las públicas fue Pedro Solbes, tercero y último Ministro de Economía con Felipe González y primero con Rodríguez, que tiene el dudoso honor de haber dejado arruinada España en sus dos etapas ministeriales.

También, mañana -hoy para los lectores-, veremos en todo su “esplendor” la celebración del Día Internacional de la Mujer, para el que nuestras más avanzadas progres han convocado una “huelga para mujeres” -discriminación positiva de nuevo, faltaría más- apoyada por todos los sindicatos y organizaciones dirigidos por hombres, en los que no existe ninguna “dirigenta”, que dirían ellas, y que han publicado un manifiesto -panfleto sería mucho más apropiado decir, que he tenido la santa paciencia de leer- en el que “reivindican” su ¡Basta ya! entre otras cosas a violencias machistas… QUEREMOS poder movernos en libertad por todos los espacios y a todas horas», como por ejemplo castigar los piropos -ojo, no digo las groserías, que por supuesto sobran-. En ese sentido circuló un comentario de Cristina Almeida sobre que no le gustaban los piropos porque “Yo, como mujer quiero ir tranquila por la calle” -dejo a la imaginación del lector lo que me suscitó su deseo-. Dicen también que “Somos las que reproducen la vida” -cierto que llevan la mayor carga de la gestación, pero algo tendrá que ver su odiado sexo (que no género) masculino, aunque sea ‘in vitro’- y como prueba de que se les “coarta su libertad” en este campo es que España ocupa el puesto 203 de natalidad, de una lista de 225 países, con una tasa de 9’2 nacidos por 1.000 habitantes y un índice de reposición de 1’32 hijos por mujer -frente al 2’1 en el que se sitúa el nivel de reemplazo generacional que garantiza la renovación poblacional-, que sería de 1’27 si excluimos los de madre extranjera. Exigen también que la defensa de la vida se sitúe en el centro de la economía y de la política”, lo que resulta contradictorio al estar España también entre los países europeos con mayor número de abortos, en torno a 100.000 por año. Lindezas que unirán a no pocas de nuestras progres entre las que se ha declarado la “neutral” Susana Griso, que se “licuaba” ayer ante Carlos Solchaga, ministro de Economía con  Felipe González que pasó a la historia del  “estímulo” inversor cuando dijo que “España es el país en el que se puede hacer uno rico en menos tiempo” y ¡zas!, aparecieron los “convolutos” del AVE, Roldán, BOE, Cruz Roja, FILESA,… Dejo esto, con una última reivindicación que de no ser parte de esa barbaridad de nefasto manifiesto me hubiera provocado la carcajada: “Las mujeres tenemos un papel primordial en la lucha contra el cambio climático”, aunque no tanto del “calentamiento global”, añado yo, que la meteorología les está echando por tierra. Me vino al recuerdo la mayor contribución conocida de una gran pensadora de la izquierda, ahora incursa en el caso de los ERE de Andalucía, que en su etapa de ministra de Fomento y ante otra nevada intensa se fue a “aprender” sobre cómo afrontarla a Siberia y cuando se paralizó por la nieve el aeropuerto de Madrid nos obsequió con un “descubrimiento” insospechado: “Es que Barajas es ‘mu’ grande”.

Y me pregunto, ¿tendrán estas progres feministas la “osadía” de terminar su manifestación ante la mezquita de la M-30, pongo por caso -o ante las respectivas de otras ciudades- en defensa de sus congéneres de esos países en los que sí que son absolutamente inexistentes las libertades que las “intelectuales” de izquierda reivindican?

Frente a esto, un grupo de mujeres de nuestra sociedad, femeninas, que no feministas, contraatacan con otro Manifiesto -éste sí, con mayúscula- en el que dejan claro que “Las firmantes defienden que la gran mayoría de las mujeres en España son libres para elegir carrera profesional, trabajo y tipo de vida”, con datos elocuentes que lo confirman, como que “En la actualidad, hay más mujeres que hombres en la universidad, el fracaso escolar es mayoritariamente masculino, como el suicidio, y la presencia femenina se hace cada vez más evidente en profesiones como la medicina, judicatura, Administración del Estado o los niveles más altos de la política” o que “España, es uno de los países más seguros del mundo para las mujeres, con un índice de violencia de pareja comparativamente inferior a nuestro entorno, incluidos los igualitaristas países nórdicos”, destacando que “Desde hace décadas ha habido ministras, alcaldesas, presidentas (tes-hasta aquí llegó el contagio-) de comunidades autónomas, Senado, Congreso, comisarias europeas y vicepresidentas del Gobierno”, a lo que yo añado, por mérito en el caso de la mayoría de las que llegaron en el Partido Popular -no ver un Jaguar es grave- y por cuota en el caso de las que lo hicieron desde el “progresista” Partido Socialista. Pero es que “Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad”, dijo Miguel Delibes.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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