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España derrota a Francia en la Batalla de Pavía

  • Por José V. Ciordia, historiador

Tal día como hoy, un 24 de febrero de 1525, en la ciudad de Pavía tenía lugar el enfrentamiento entre el ejército francés al mando del rey Francisco I y las tropas imperiales españolas del emperador Carlos V, con victoria de estas últimas.

La consecución en 1519, por parte de Carlos I de España, del título de Emperador del Sacro Imperio Románico Germánico, puso a Francisco I de Francia, que también había optado al título de Emperador, en una preocupante posición geopolítica. La enorme concentración de títulos en manos de Carlos I preocupa al rey de francés.

Francisco I tomó la iniciativa contra el Imperio y decidió anexionarse el ducado de Milán o Milanesado, el norte de la península italiana. Es el comienzo de la guerra de los cuatro años, desde 1521 al 1524, entre la corona Habsburgo de Carlos I de España y la corona francesa de la Casa de Valois. Alrededor de 40.000 franceses capitaneados por su propio rey entraron a sangre y fuego en la península italiana.

El 25 de octubre de 1524, el rey Francisco I de Francia cruzó los Alpes y a comienzos de noviembre conquista la ciudad de Milán; los españoles abandonaron Milán y se dirigieron al bastión de Pavía.

2.000 arcabuceros españoles, 4.500 lansquenetes alemanes y 30 jinetes pesados, mandados todos ellos por Antonio de Leyva, se atrincheraron en la cercana Pavía.  A continuación, los franceses iniciaron el asedio a la ciudad con un ejército de unos 30.600 hombres y 53 piezas de artillería.

Habían transcurrido ya tres meses y Pavía continuaba defendiéndose. Francisco I había decidió agotar por hambre y sed a los asediados. Pero esta estrategia no le salió bien, finalmente las tropas españolas iban a recibir refuerzos desde Alemania.

En Pavía, los soldados imperiales alemanes y suizos no recibían sus “soldadas” y amenazaron con rendirse al enemigo. Los capitanes y generales españoles desembolsaron de su propio bolsillo el dinero para que las tropas alemanas y suizas aguantaran. Ante la difícil situación de sus oficiales, los 2.000 arcabuceros españoles decidieron que seguirían defendiendo Pavía aún sin cobrar. Un ejemplo para alemanes y suizos que decidieron sumarse también al empeño de resistencia numantina en Pavía.

El Marqués de Pescara, tan excelente psicólogo como general, se ganó a sus hambrientas tropas, y en la arenga que dio a sus hombres y a los defensores de Pavía, le dijo:

«Hijos míos, todo el poder del emperador no os puede facilitar en el día de hoy pan para llevaros a vuestro estómago, nadie puede traeros ese necesario pan. Pero hoy, precisamente hoy os puedo decir qué si queréis comer, el alimento se encuentra en el campo francés.». No fue necesario apelar a las banderas a la patria, al heroísmo, etc.

Comienza la batalla de Pavía

24 de febrero de 1525. El ejército imperial de refuerzo llegó a Pavía y abrió fuego. Las tropas francesas, que sitiaban a las tropas españolas, ahora eran sitiadas por las tropas de refuerzo. No pasó día en que no se fingiera un ataque nocturno contra los franceses. Los franceses se acostumbraron a las falsas alarmas y de esta forma se aprovecharía para cogerles desprevenidos. El famoso cuento del lobo …

El grueso del ejército francés está acampado en el parque del castillo del Mirabello, a las afueras de Pavía, parque rodeado por una muralla de más de 10 kilómetros de longitud y de 2,5 m de alto.

Son las 3 de la mañana del 24 de febrero de 1524 los imperiales se la iban a jugar con todo lo que tenían. Durante la noche la infantería del emperador se había puesto las camisas blancas sobre las armaduras para reconocerse entre ellos. Los encamisados, así llamados porque llevaban las camisas blancas encima de las armaduras, era su uniforme de guerra nocturna que les permitía reconocerse de noche.

Las órdenes eran avanzar en silencio hasta el cercado del castillo de Mirabello donde estaban atrincheradas las tropas francesas y abrir brechas en sus muros. Pescara envió dos compañías de encamisados a abrir una brecha en el muro del parque que protegía a los franceses.

A las 5 de la mañana, los encamisados habían abierto tres brechas por las que al amanecer pasaría Pescara al frente de los imperiales con sus escuadrones de piqueros flanqueados por la caballería. Los tercios y lansquenetes pasaron en formación compacta, con largas picas protegiendo a los arcabuceros.

El ejército imperial ya ha penetrado en el parque de Mirabello, los encamisados en la vanguardia, por el centro entran los piqueros, lansquenetes de Carlos I contra los suizos del ejército francés. Tras la brecha abierta en el muro del parque la artillería aguarda turno para cruzar. Mientras los arcabuceros atacan y saquean el castillo.

Francisco I ordenó entonces cargar a la caballería francesa. La flor y nata de la aristocracia francesa se iba a topar con la mejor arma de la época, los tercios españoles. Los tercios invictos desde las primeras batallas de Italia y que ahora, en Pavía, iban a demostrar tu auténtica capacidad para el combate. Los encamisados fueron lanzados en primer lugar, era el cuerpo ligero de la tropa de infantería.

Los 3.000 arcabuceros de Fernando de Ávalos clavaron sus picas, apuntaron bien, dispararon y rápidamente terminaron con la primera línea de la caballería pesada francesa. Más tarde los alabarderos y piqueros entraron en combate cuerpo a cuerpo.

Mientras tanto Carlos de Lannoy al mando de la caballería española y el marqués de Pescara, en la infantería, luchaban ya contra la infantería francesa comandada por el comandante Ricardo de la Pole y Francisco de Lorena. Los franceses caían a cientos, fue una batalla auténticamente sangrienta

Antonio de Leyva reacciona ante la situación favorable de los imperiales españoles y ordenó la salida de sus fuerzas de la ciudad para apoyar a las tropas que habían venido en su ayuda. Esta valiente acción de Leyva sobre el ala derecha de los franceses, atrapó al enemigo entre dos fuegos que no pudieron superar.

Las tropas de Leyva cercaron a la retaguarda francesa y les cortaron la retirada. Bonnivet, principal consejero militar de Francisco se suicidó. Los cadáveres franceses comenzaban a amontonarse unos encima de otros. Muchos franceses, viendo la derrota, intentaban escapar. Al final las bajas francesas ascendieron a unos 8.000 muertos y 2.000 heridos.

El Gran Suceso

La situación era dramática para las tropas francesas; se luchaba cuerpo a cuerpo y los tercios no perdonaban la vida de los franceses. El rey de Francia y su escolta también combatía a pie; en el fragor de la batalla, Francisco I con un grupo de leales, quedó copado por las tropas. Francisco I cayó del caballo y al intentarse levantar se encontró con el estoque de un soldado de la infantería española, era el vasco Juan de Urbieta Berástegui y Lezo. Juan no sabía que había apresado al mismísimo rey de Francia.

Juan de Urbieta, junto al granadino Diego Dávila y el gallego Alonso Pita da Veiga, no eran conscientes de a quién acababan de apresar, pero por las vestimentas supusieron que se trataría de un noble francés. Aquel preso resultó ser el mismísimo rey de Francia. El rey de Francia Francisco I había caído prisionero de Carlos I.

La noticia corrió como la espuma por todos los territorios europeos. Francia había sido humillada por la captura de su monarca a manos de los tercios españoles.

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