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¿La culpa es del robot?

Determinar si el robot sería culpable por los daños de conductas negligentes o establecer cómo debería tratar un humanoide los datos «sensibles» de ancianos, enfermos o niños son aspectos que analizará el proyecto europeo Inbots, que acaba de arrancar con varios países involucrados y coordinado por el CSIC.

La iniciativa «Inclusive Robotics for a Better Society», dirigida por el Instituto Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuenta con una financiación de cerca de 3 millones de euros, y participan 25 instituciones de 13 países europeos.

Por parte española intervienen, además del CSIC, entidades como la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Acciona, Pal Robotics, Tecnalia o Inncome.

La robótica industrial ha dejado de estar confinada únicamente a espacios cerrados para convivir con los humanos y eso desata grandes interrogantes en ámbitos económicofiscales, sociales, jurídicos o éticos, ha explicado a Efefuturo el coordinador del proyecto europeo y director del Grupo de Neurorehabilitación del departamento de Neurobiología Funcional y de Sistemas del Instituto Cajal, del CSIC, José Luis Pons.

Los robots trabajan cada vez más mano a mano con los humanos y no solo en fábricas sino en cualquier actividad con interacciones muy estrechas con las personas: como guías de museos, recepcionistas en hoteles, rehabilitadores en hospitales, como ayudantes en centros educativos. Asimismo despuntan los robots asistenciales que cuidan de los ancianos y los enfermos, juegan con los niños, etc.

Son muchas las cuestiones que abre este nuevo entorno tecnológico para la convivencia social en ciudades y espacios cotidianos cada vez más «inteligentes», añade el director del proyecto.

La posibilidad de dotar de personalidad jurídica a los robots para asumir responsabilidades por sus actos es un planteamiento abierto a la discusión dado el nivel de «inteligencia» de una robótica más capacitada para tomar decisiones de forma autónoma mediante aprendizaje automático (machine learning).

Con los coches autónomos o semiautónomos, en caso de atropello de un peatón o de choque contra otro transporte, quién asumiría la responsabilidad ¿el fabricante, el desarrollador del software que utiliza el vehículo para circular, la aseguradora?.

Y en temas de privacidad, si una persona es asistida por un robot rehabilitador en un hospital ¿cómo habría de tratarse el anonimato de su información personal, cómo quedaría garantizado?, se pregunta Pons.

Este proyecto europeo de tres años de duración aportará recomendaciones a la Comisión Europea sobre cómo abordar los efectos socioeconómicos derivados de esta mayor connivencia de robots con humanos. Se elaborarán sendos libros blancos, uno a mitad del proyecto, y otro al final.

En el marco del mismo, los expertos debatirán también cuestiones éticas en torno a conceptos como el transhumanismo y la mayor presencia de dispositivos tecnológicos como parte del cuerpo humano.

Entre otros, prótesis, exoesqueletos e incluso dispositivos, que van desde los marcapasos hasta «chips» para aumentar la memoria y otros que irán apareciendo para multiplicar las capacidades funcionales de las personas.

Algunas incapacidades laborales dejarán de serlo porque el robot suplirá las carencias humanas y ello propiciará cambios en los parámetros en los que se basa la Seguridad Social a la hora de determinar discapacidades.

Desde el punto de vista económico, se estudiarán planteamientos como la conveniencia o no de gravar fiscalmente el trabajo del robot como sustituto del humano o las posibles diferencias que podrían surgir entre países por los distintos ritmos de implantación de la robótica en las empresas.

Así, si Alemania acelerara por ejemplo la presencia masiva de robots en las fábricas, ganaría ventaja productiva sobre otros territorios con menos robots, explica por su parte la profesora de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Amparo Grau, otra de las participantes en el proyecto.

Con la expansión de la robótica se podrían explorar nuevas fórmulas económicas, como la participación del empleado en la generación de la patente del robot con el que trabaja y al que enseña a realizar tareas específicas.

Se habla mucho del coste social de los despidos en los casos de sustitución de mano de obra humana por robots.

Una solución para evitar reducciones de plantilla en empresas robotizadas podría ser la incentivación fiscal para fomentar dentro de la compañía la movilidad de empleados a puestos no absorbidos por los robots, explica la experta.

La educación es otro de los pilares del proyecto. Los expertos verán fórmulas para integrar la robótica en todos los niveles del sistema educativo y como parte de la formación continua de los trabajadores. EFE

Amaya Quincoces Riesco

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