Las condiciones glaciares de hace 40.000 años, cuando los primeros humanos modernos llegaron a la península ibérica, pusieron en serias dificultades a nuestros antepasados, quienes tuvieron que recurrir a los huesos de animales como combustible, en un medio de tundra donde escaseaba la madera.
Expertos de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) han llegado a esta conclusión, tras analizar los sedimentos de los yacimientos de Labeko Koba (Gipuzkoa), Esquilleu (Cantabria) y Coimbre (Asturias), en varios estudios en los que también han participado arqueólogos de la Universidad Complutense, la UNED, la Universidad Autónoma de Madrid y el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN).
Mucho frío y poca madera
El clima que se encontraron en la cornisa cantábrica estos primeros homo sapiens era “extremadamente frío”, con presencia de rinocerontes lanudos, mamuts y muy poca vegetación. “Un paisaje propio del actual norte de Escandinavia”, donde había muy poca madera y probablemente situada a largas distancias, explica a EFE el profesor titular de la UPV/EHU Álvaro Arrizabalaga.