Tras la declaración de independencia de Cataluña, más de un analista político se lanzó a la teoría conspirativa con lo que estaba sucediendo en Cataluña. Todo lo que estaba pasando era fruto de la negociación entre el gobierno central español y el gobierno independentista del señor Puigdemont. La idea era conseguir que la opinión pública de este país aceptara una profunda reforma constitucional tendente a conseguir la proclamación de un Estado Federal.
Han pasado los días y tras la encarcelación de una buena parte de los consejeros del gobierno catalán, la huida – ¿consentida? – de otros, presidente incluido, a Bélgica y el retraso en la declaración de los miembros de la mesa del extinto Parlamento catalán, presidenta incluida, aparecen unas declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores español, señor Dastis, que podrían hacer aumentar los rumores de que todo lo que está pasando, efectivamente, estaba ya acordado de antemano.
Resulta que el señor ministro comenta que, para poder encajar el problema catalán en la legalidad imperante, sería bueno reformar la Constitución para que ésta permitiera un autogobierno pleno para Cataluña tras los resultados de las próximas elecciones a celebrar el 21 de diciembre, y que con ello se pudiera avanzar hacía el Estado Federal español.
Un Estado Federal rompería con la tradición imperante en este país, la monarquía. No se puede ser federalista y monárquico a la vez. En un estado federal, el Jefe de dicho Estado no es un Rey sino una persona elegida libremente por sus ciudadanos. Mal futuro le queda a la Monarquía española si se consiente la reforma constitucional para conseguir un Estado Federal.
Parece como si el objetivo de los políticos españoles fuera ahora hacer desaparecer una Monarquía parlamentaria para sustituirla por una República. Si todo lo que está sucediendo en este país, tuviera como objetivo lo arriba indicado, las consecuencias políticas podrían ser devastadoras.
