Ayer domingo España asistía al comienzo de una ruptura. La palabra unidad saltaba por los aires. Pese a las palabras de Rajoy, a lo largo de estas últimas semanas, un referéndum independentista-secesionista se ha celebrado.
Miles de personas han votado, da igual cómo, pero el caso es que han votado su desconexión de España; han votado sí a la independencia y a la creación de una república.
El resto de españoles han asistido incrédulos a la mentira del Gobierno de España, incapaz éste de solucionar el problema catalán, cosa que debería haber sucedido hace ya meses. Rajoy, y su gobierno, se ha parapetado en las decisiones judiciales, en el Tribunal Constitucional, en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, haciendo ver, con la promesa de que no se celebraría el referendum y que el parlamento y gobierno catalanes no tramitarían sus leyes para ello, que eso era suficiente. Además de los miles de millones dados al gobierno de Puigdemont, incluso durante los últimos días del proceso independentista.
El independentismo catalán ha hecho lo impensable para Rajoy, continuar y continuar. Así ha habido, aunque “a trancas y barrancas”, referéndum.
Ya no importa cuantos síes haya habido, lo que importa es que mañana volverá el problema catalán magnificado. El Gobierno de Rajoy ya habla de dialogo, de convocar a todos los partidos para la «reflexión» y comparecer en el Congreso, mientras el Rey, el pasado sábado -un día antes del referendum- suspendía su agenda de actos públicos para esta semana.
Parece claro, intentar contentar a todos con una reforma constitucional que transforme a este país en una REpública o Estado Federal.
Pero, y si hay una ¿declaración unilateral de independencia tal y como ha anunciado Puigdemont? Entonces Rajoy y su gobierno deben dejar paso, han sido incapaces de mantener la unidad de España.
