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Que alguien despida al guionista del ‘procés’, por caridad

Que alguien despida al guionista del ‘procés’, por caridad

Gustav Mahler es uno de los más geniales compositores del siglo XX. Se le conoce por sus once sinfonías, una de ellas sin número (la Canción de la Tierra) y la última, inacabada. Pero hasta el mejor escribano echa un borrón. Entre sus primeras seis sinfonías, llenas de vigor juvenil, y las cuatro últimas monumentales obras, mucho más intimistas y hermosas, se alza, como una especie de punto y aparte que marca la transición entre dos épocas, su Séptima Sinfonía.

No es que la Séptima Sinfonía sea mala. Algunas partes, como el Scherzo, son memorables. Pero, en general, se tiene la sensación, al escuchar la Séptima, de que Mahler no sabía cómo quitársela de encima. El propio compositor reconoció en su momento que se había sentido bloqueado mientras la creaba, que no lograba encontrar la inspiración. Y mientras la escuchas, no puedes dejar de preguntarte «¿Pero es que este hombre no sabe ponerle fin a la obra?».

Seguro que a todos Vds. les ha pasado eso con alguna película: el típico bodrio donde, a falta de media hora para el final, vas teniendo cada vez más la sensación de que el guionista no sabe cómo acabar la historia. Y todo se vuelven giros absurdos, detalles cada vez más inverosímiles y escenas perfectamente prescindibles, hasta que el final acaba la película casi por agotamiento.

Algo parecido estamos viviendo con la película del ‘procés’, una pantomima que ha durado ya demasiado tiempo y donde hace mucho que todos tenemos la sensación de que el guionista no sabe cómo poner fin al esperpento.

Primero fue un referéndum ilegal y chapucero, que dijeron que habían ganado. Pero no proclamaron la independencia.

Después fueron unas elecciones autonómicas planteadas como plebiscitarias, que también dijeron que habían ganado. Pero dejaron transcurrir el plazo de dieciocho meses sin realizar la prometida declaración de independencia unilateral.

Ahora se ha prometido otro referéndum, que tampoco se va a poder realizar porque la ley lo prohíbe. Y ya están discutiendo los separatistas qué hacer si el referéndum no llega a celebrarse.

Algunos de los guionistas parecen decantarse por la desobediencia civil, pero es muy cansada. Otros parecen preferir unas elecciones autonómicas, pero tendrían el inconveniente de que al menos dos de los partidos separatistas, el PDeCat y la CUP, podrían ver considerablemente mermada su representación. Otros… en fin, otros no saben ni qué demonios quieren hacer.

Da la sensación de que nadie supiera cómo salir de este embrollo. Todos vemos que la película no da más de sí, pero ahí siguen, como el conejito de Duracell, andando continuamente, pero sin saber a dónde se dirigen.

Y a medida que pasa el tiempo, el bodrio se hace más bodrio, los bostezos se vuelven más pronunciados y todos están cada vez más hartos de sí mismos.

Por favor, que alguien despida al guionista. Es casi preferible interrumpir la emisión y dejar el asunto como una sinfonía inacabada, que continuar prolongando algo cuya trama argumental hace mucho tiempo que no da más de sí.

Luis del Pino, Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital

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