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Cifuentes se contagia del virus separatista

Cifuentes se contagia del virus separatista

Esta semana, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha desatado la polémica al soltarle al portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid la siguiente andanada:

«Con nuestra política fiscal hemos recaudado casi 3.000 millones de euros que nos están sirviendo para financiar los servicios básicos en aquellas comunidades donde ustedes gobiernan como en Andalucía. Los madrileños están pagando 3.000 millones de euros para que los andaluces tengan sanidad, educación y demás»

Tarde o temprano tenía que pasar: el virus destructivo e insolidario del separatismo, termina impregnando el discurso de una clase política empeñada en mantener un estado de las autonomías ruinoso y liberticida. Esas frases de Cifuentes las habrían podido perfectamente pronunciar Puigdemont, Artur Mas o Junqueras: Cataluña está harta de pagar muchos impuestos para financiar los servicios públicos andaluces.

El razonamiento no es solo una muestra de mentalidad insolidaria, sino también una memez, independientemente de que lo exprese Puigdemont o Cifuentes. Y para ver por qué es una memez, basta con llevar el razonamiento a su extremo. El barrio de Salamanca, en Madrid, es uno de los más ricos de la capital, igual que el barrio de Sarriá lo es de Barcelona. Los vecinos de esos dos barrios podrían perfectamente decir, como Cifuentes o Puigdemont, que sus barrios pagan muchos impuestos para financiar los servicios públicos de los habitantes de todos los suburbios de Madrid o Barcelona. Y sería verdad: puesto que en esos dos barrios ricos el nivel de ingresos es mayor que en otros distritos de esas dos grandes ciudades, es cierto que, en conjunto, los habitantes del barrio de Salamanca o del barrio de Sarriá reciben menos de lo que aportan.

 ¿Y qué? ¡Sólo faltaba que no fuera así! Por supuesto que los ricos reciben menos de lo que aportan, porque contamos con un sistema de progresividad fiscal pensado, precisamente, para redistribuir algo de la riqueza que se genera. Y si en un determinado barrio o distrito se concentra mucha población de alto poder adquisitivo, el resultado indirecto será una transferencia de renta hacia otros barrios más pobres. Y si en un municipio se concentran muchos españoles ricos, el resultado indirecto será que se transfiere dinero hacia los municipios más pobres. Y si en una comunidad autónoma hay más ricos que en otra, el resultado indirecto será una transferencia de dinero de la primera a la segunda.

¡Pero no porque las comunidades autónomas paguen nada! Las comunidades autónomas no pagan dinero, lo pagan las personas. Los ricos de Madrid, de Cataluña y de Andalucía financian a los pobres de Andalucía, de Cataluña y de Madrid. Las transferencias resultantes de dinero entre comunidades dependerán exclusivamente de que haya más o menos ricos y más o menos pobres.

Usar esas transferencias de dinero entre comunidades como argumento para reclamar privilegios para una comunidad, o para presumir de solidaridad desde otra, o para avergonzar a una tercera, es tramposo, porque se está atribuyendo a la comunidad (como si esta pagara impuestos) lo que no es sino el efecto estadístico de la suma de muchas contribuciones personales: las de los distintos habitantes de esa comunidad.

Imaginen que Bill Gates y Amancio Ortega, dos de las mayores fortunas del mundo, se mudaran a vivir a Marbella y empezaran a pagar impuestos allí. ¿Pagarían menos los madrileños individuales por ello? No. ¿Producirían menos los madrileños individuales por ello? Producirían lo mismo. ¿Pagarían más o producirían más los andaluces individuales? No. Y sin embargo, al empezar esos dos millonarios a cotizar en Andalucía, el total de los impuestos recaudados allí subiría, con lo que habría menos diferencia entre lo que Andalucía aporta y lo que Andalucía recibe. Es un puro efecto estadístico.

¿Qué tal si nuestros políticos, empezando por doña Cristina Cifuentes, dejan de usar razonamientos tramposos, que pervierten el propio concepto de progresividad fiscal y dan argumentos a los tramposos separatistas?

Pero si Cifuentes se ha columpiado al hacer ese razonamiento en la Asamblea de Madrid, quienes no se han columpiado, sino que demuestran tener más cara que espalda, son muchos de los que hoy la critican. El periódico El País, por ejemplo, publica hoy una columna de opinión en la que se explica por qué Cifuentes no tiene razón, empleando argumentos similares a los de este editorial. Pero leer eso en un medio que jamás le ha afeado la conducta a los separatistas con la misma contundencia, cuando usan argumentos similares a los de Cifuentes, roza lo obsceno.

Escuchar a ciertos políticos criticar a Cifuentes, cuando hace tres días estaban reclamando ofrecer condiciones fiscales especiales a Cataluña para que no pague tanto, es para sentir vergüenza ajena. A Cifuentes la podemos criticar aquellos que hemos denunciado esos argumentos tramposos cada vez que los empleaban los separatistas. Los que no alzan nunca la voz para condenar la insolidaridad fiscal del separatismo no están legitimados para criticar a Cifuentes.

En mi humilde opinión, claro.

Luis del Pino, Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital.

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