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«Ni fascistas, ni franquistas»

Desde hace algún tiempo se está vertiendo a través de muchos ámbitos, machaconamente, condenas, declaraciones y actuaciones que intentan desfigurar y reescribir la historia de Navarra en 1936, mediante una agresión sistemática contra quienes no pueden contestar debido que la inmensa mayoría han fallecido.

En aras de una llamada “memoria histórica” se adoctrina asegurando que se produjo un “golpe militar fascista y franquista contra la legalidad republicana” y se tilda a todos los del bando nacional de fascistas, franquistas y asesinos.

La verdad histórica, ya que la memoria quizá no es el mejor sistema de valorar sucesos de los que ya muy pocos se acuerdan, es la siguiente: Ese año en las elecciones los resultados fueron los siguientes: El Frente Popular tuvo 34.967 votos, el PNV 14.799 y la derecha tradicionalista 82.859. Esta era la realidad social de la Navarra de 1936.

En lo que algunos llaman «golpe militar franquista y fascista» participaron en torno a 40.000 navarros de una población de unas 350.000, en la que cara a salir al frente habría que descontar mujeres, niños, mayores y enfermos. Es decir, el apoyo navarro al Alzamiento, levantamiento o sublevación contra una república en la que se quería imponer la dictadura del proletariado fue masivo en Navarra.

Es más, gran parte de los nuevos “memorio-historicistas”, si son de origen navarro, lo más posible es que estén condenando a sus padres, abuelos y otros familiares lejanos o cercanos que participaron en la contienda, considerándolos golpistas, franquistas y fascistas. Allá ellos si tienen en tan grande estima a sus antepasados. Por supuesto según ellos todos salieron obligados, naturalmente, pese a los irrefutables datos antes expresados.

En cambio mi padre y cuatro primos lucharon en aquella guerra, dando su vida en el caso de dos de ellos. Puedo asegurar porque yo nací durante aquella guerra y conocí a todos los mencionados –excepto los muertos lógicamente-, que ninguno de ellos era militar, todos fueron voluntarios, y por supuesto ninguno era fascista, ya que en Navarra la mayoría de los contendientes eran carlistas, doctrina diametralmente opuesta al fascismo.

Ellos tampoco salieron de sus casas, abandonando todo, para apoyar un «golpe militar fascista» ni un franquismo que todavía no existía y contra el que posteriormente luchamos (y aquí me incluyo). Dejaron sus casas y familia para defender la sociedad de una situación insostenible, de un desorden social absoluto, con abusos de todo tipo, saqueos, detenciones, torturas y asesinatos, como por ejemplo el asalto e incendio de la casa de mis padres y tíos y posterior destierro de Navarra a toda la familia; para luchar contra el genocidio religioso mediante la persecución  y matanza sistemática y organizada de curas, religiosos, monjas y simples católicos por el mero hecho de serlo, y la quema de iglesias, y para evitar el colapso social y global que se estaba produciendo.

El caso de mis antepasados sospecho yo que se puede extrapolar a la práctica totalidad de los navarros que acudieron voluntarios en 1936. Cualquiera que piense con lógica, y con buena intención, verá que aquello no puede simplificarse como un golpe militar fascista dado por unos franquistas.

Me duele que algunos utilicen el terrible dolor de las familias de aquellos que fueron fusilados por unos indeseables que no salieron al frente, para desacreditar a toda aquella multitud de navarros, y en el caso de mi familia especialmente, ya que desde el principio combatieron estas atrocidades, cosa que gracias a Dios quedó patente por escrito. La justa reparación de aquellos no puede servir de excusa para que otros que buscan ocultar sus vergüenzas actuales pretendan cambiar la historia radicalmente.

Si algunos señores “memorio-historicistas” consideran que sus antepasados eran unos cuneteros fascistas que apoyaron el golpe militar (cosa que dudo) y quieren condenarlos, que lo hagan. Y si quieren justificar su propia incoherencia diciendo que fueron obligados, allá ellos, pero, por favor, no metan en ese saco a mis familiares. Ni fascistas, ni franquistas.

Javier Baleztena Abarrategui, historiador

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