Cuando los políticos de hoy hablan de los «derechos históricos» de algunos territorios de este país, sonroja al pensar que «indecente es la ignorancia».
Pretender hablar de los derechos de los habitantes de unas regiones de España frente a los de otras, es ignorar lo que significa España y es sentar un precedente de división de un país, en corpúsculos más pequeños, concebidos, precisamente, para destruir lo que une y desarrollar lo que separa.
A propósito de los condados catalanes habría que recordar que estos nunca han tenido derechos históricos, puesto que nunca han sido un territorio independiente, vamos como un país. En su día pertenecieron a un reino llamado de Aragón y nada más.
Los derechos, de los que tanto se habla, aparecieron en la II República por primera vez, como una concesión de los gobiernos de entonces a los alborotadores. El triunfo del franquismo hizo perder lo ganado. Con la llegada de la democracia, en la Transición, se los volvieron a reconocer y hasta ahora, cuando hay planteado un grave, gravisimo problema secesionista que, apenas, nadie quiere ver.
Hablar de derechos hacia los que quieren romper España, no parece sea la mejor manera de llevar un país. Hoy tanto gobierno como oposición hablan de derechos y, con ello, falsean la realidad.