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Gema Frühbeck: “Comemos sin hambre, más de lo que necesitamos”

La sociedad está perdiendo los buenos hábitos de vida, a la comida rápida se suma el sedentarismo, la falta de sueño, el estrés o una hidratación insuficiente. Resultado: más de la mitad de la población mundial es obesa o tiene sobrepeso. “Comemos sin hambre y más de lo que necesitamos”, sentencia Gema Frühbeck, investigadora y endocrina de la Clínica Universidad de Navarra ante el Día Nacional de la Nutrición, 28 de mayo.

EFE/Anders Wiklund EFE/Anders Wiklund
En opinión de esta especialista en obesidad, la clave para una alimentación equilibrada y variada está “en qué comer” y “en cómo debemos preparar esos alimentos”. “No es lo mismo hacerlo al vapor y condimentar con hierbas aromáticas, que freír con las calorías que aporta”.

Además, hay que hacer una compra que se adapte a nuestras necesidades, “hay alimentos muy sanos, asequibles económicamente”, y adecuar la alimentación a nuestra situación familiar, laboral y social.

“Sobre todo debemos pensar en qué comemos y cómo lo hacemos. Nos falta concienciación de qué, cuándo y cuánto debemos tomar. Muchas veces comemos sin hambre, más de lo que nos hace falta”, asevera la experta.

Y es que el placer de comer forma parte de nuestra cultura. “Comemos para sobrevivir, pero vamos más allá, lo hacemos con una sensación placentera y en sociedad. Pero ese componente de satisfacción y hedonismo lo podemos satisfacer sin necesidad de tomar una ración enorme, incluso podemos tomar chocolate si lo hacemos en pequeñas cantidades”.

Consumimos más calorías de lo que creemos

Gema Frühbeck asegura que todos tenemos una percepción errónea sobre el efecto de lo que ingerimos. “Consumimos más calorías de las que creemos y quemamos menos con el ejercicio de lo que pensamos”, afirma a EFEsalud, en el marco del Día Nacional de la Nutrición, la también codirectora del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra.

“Un desbalance que origina un efecto acumulativo. Un desajuste de 125 kilocalorías al día acumulado a lo largo de un año puede suponer ganar más de seis kilos de grasa”, advirtió en una reciente conferencia en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.

Esta percepción errónea se debe a un problema de educación, no nos han enseñado a calibrar las calorías que ingerimos, “incluso pasa con los profesionales sanitarios”, señala.

Por eso, añade, el Día de la Nutrición debe ser una alerta para educar sobre cómo comemos y sobre hábitos de vida en general, en especial en los colegios. “Sería una manera de prevenir muchas de las alteraciones que vemos hoy en día, cuando alguien tiene conocimiento lo puede aplicar”.

Para la especialista, todos deberíamos saber cuáles son las opciones saludables en un menú, en especial los adultos que son los que planifican y llenan la cesta de la compra.

“Hay otra cara de la moneda: cuando oímos hablar en todas partes de nutrición, pero no siempre se habla con conocimiento de causa, ni con base de evidencia científica”, apunta.

Radiografía

Imagen de una familia con un niño y una niña en una mesa de cocina con productos para el desayuno.

Foto cedida IMEO

En opinión de Fühbeck, que hasta el año pasado fue presidenta de la Sociedad Europea para el Estudio de la Obesidad, aunque hemos ido perdiendo los buenos hábito de vida, existe un sector de la población consciente de la importancia de la nutrición, del ejercicio y de un nivel óptimo de hidratación.

Y ese sector suele estar formado por personas con un estrato social y cultural alto, ya que, y según diferentes estudios, los peores hábitos alimenticios se relacionan con un estrato social más bajo.

“De alguna manera puede estar relacionado con el poder adquisitivo, pero no es determinante. Es cierto que algunos alimentos adecuados como pescado, frutas y verduras frescas pueden incrementar el gasto total frente a la comida basura o alimentos procesados que son asequibles y fáciles de consumir porque no requieren tiempo y sacian, pero se ingieren muchas calorías con poco valor nutricional”.

Por lo general, en el ámbito rural se preservan más los hábitos de vida saludable que en el urbano, “pero la globalización también llega y los adolescentes y niños de los pueblos empiezan a abandonar igualmente los estilos de vida más sanos”. EFE/ANA SOTERAS

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