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Cien años de la muerte de Francisco José y el ocaso del Imperio Habsburgo

En los 68 años de reinado (1848-1916) de Francisco José I de Austria se inauguró la Ópera de Viena, Freud desarrolló en su consulta vienesa el psicoanálisis, un anarquista asesinó a la emperatriz Sisi y estalló la I Guerra Mundial que acabó con seis siglos de dominio de la dinastía Habsburgo.

Tantos acontecimientos importantes pasaron en sus 86 años de vida que Austria está dedicando al aniversario de su muerte una especial atención, con una serie de exposiciones que analizan la vida y la política de un monarca que evolucionó desde el absolutismo de origen divino a un constitucionalismo aceptado de mala gana.

Entre las exposiciones alrededor de la muerte de Francisco José, que se cumple el 21 de noviembre, destaca la que acoge el Palacio de Schönbrunn, la residencia de verano de los Habsburgo a las afueras de Viena donde nació y murió el penúltimo emperador Habsburgo.

«Hombre y Monarca» es el nombre de esta muestra, que estará abierta hasta el 27 de noviembre, y que analiza mediante cientos de cuadros, documentos y objetos personales quién fue y qué hizo Francisco José I, emperador de Austria, rey de Hungría y Bohemia, Dalmacia, Croacia o Galitzia, entre otros muchos títulos.

Francisco José estuvo destinado a reinar desde su infancia, debido a la incapacidad de su tío, Fernando I, y al desinterés de su padre, el archiduque Francisco Carlos, explica a Efe Karl Vocelka, comisario de la exposición.

En la muestra se exhiben las caricaturas que el futuro emperador realizaba de sus profesores o los dibujos de desfiles y motivos bélicos que muestran su temprana fascinación por lo militar, algo que le acompañó toda la vida pese a que nunca fue un buen estratega y bajo su reinado Austria sufrió una derrota tras otra.

La abdicación de Fernando I tras la revolución de 1848 y la renuncia al trono de Francisco Carlos permitieron la coronación de un joven de 18 años como emperador.

Convencido absolutista, sólo las presiones internas y las derrotas ante Piamonte en 1859 y en 1866 contra Prusia le forzaron a aceptar cambios constitucionales y limitar el centralismo austríaco en favor de una mayor autonomía para Hungría.

«Entendió que ya no podía seguir así», resume Vocelka, que aclara que pese a sus reticencias a cualquier atisbo de modernidad, el emperador siempre respetó esos principios constitucionales.

Otro capítulo de su vida al que la exposición dedica especial atención es al matrimonio con Elizabeth, la popular Sisi.

Pese a que la relación se resintió pronto por la rigidez de la vida en la corte, sus inicios fueron casi tan «cursis» como los representados en la famosa serie de películas, afirma Vocelka.

Entre los objetos que se exponen está el certificado de defunción de Sisi, asesinada en 1898 por un anarquista cuando se encontraba en Ginebra, en uno de los muchos viajes con los que huía de la Corte.

Aunque hay constancia de que el emperador tuvo al menos dos amantes, no está confirmado si Sisi también tuvo alguno, el asesinato de su esposa fue un duro golpe, uno de los muchos que Francisco José tuvo que soportar y que le fraguaron la imagen de estoico y resignado monarca.

Su primera hija, Sofía Federica, murió a los dos años durante un viaje a Hungría. En 1867 su hermano Maximiliano, emperador de México, había sido fusilado por las tropas de Benito Juárez. Su hijo y heredero, el príncipe Rodolfo, se suicidó en 1889.

La fría relación con Rodolfo, el cariño hacia sus nietos, su catolicismo y conservadurismo o su sentido del honor y el deber son otros de los rasgos de su carácter que se explican en la muestra.

Un carácter que influyó en su decisión de declarar la guerra a Serbia, tras el asesinato en 1914 en Sarajevo de su sobrino y nuevo heredero, Francisco Fernando.

Por primera vez en la historia, se usó un telegrama para iniciar un conflicto, un documento que puede verse también en la muestra.

La muerte del veterano emperador, en plena Gran Guerra, fue la señal del fin de una época: «La sensación fue que se acababa la monarquía, que era el principio del fin», explica Vocelka.

El cortejo fúnebre representado en un cuadro y la carroza negra en la que fue transportado el cadáver del emperador (que puede verse en otra de las exposiciones) simbolizan ese cambio de era.

La muestra de Schönbrunn forma parte de una gran exposición conjunta que tiene otras tres sedes.

En el Museo de Carruajes se exhibe la muestra «Representación y humildad», que se mueve entre la pomposidad de la corte y los propios gustos sencillos del emperador.

«Festividad y vida diaria», en el Museo del Mueble, se centra en la vida cotidiana y los grandes eventos palaciegos e incluye documentos sonoros y fílmicos que muestran que Francisco José, pese a su escepticismo ante cualquier atisbo de modernidad, fue el primer emperador que fue registrado con esas tecnologías.

En el Palacio Niederweinen, en la región de Baja Austria, la muestra «Caza y tiempo libre» ahonda en la gran pasión del monarca. EFE

Antonio Sánchez Solís

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