En todas las regiones del mundo todavía hay muchas personas que son acosadas y encarceladas por ejercer su derecho a la libertad de expresión. Y sin libertad de expresión, sin la capacidad para hacerse oír, es muy difícil defender los demás derechos humanos.
Miles de activistas, periodistas, manifestantes pacíficos, sindicalistas, miembros de minorías religiosas o étnicas, etc. siguen siendo perseguidos, amenazados, encarcelados, torturados o asesinados por el mero hecho de disentir.
Según los datos de Amnistía Internacional, en 2014 se produjeron ataques contra la libertad de expresión en, al menos, 89 países. En algunos lugares del mundo esta represión ha aumentado de manera brutal en la calle, como se ha podido apreciar en las revueltas en Oriente Próximo y el norte de África, donde a pesar del riesgo, miles de personas no han aceptado ser silenciadas. En otros lugares, como en China, —uno de los países donde más en peligro se encuentra la libertad de expresión—, los Gobiernos se han aplicado a fondo para poner límites a las nuevas vías de expresión que posibilitan los avances tecnológicos.
Sin querer hacer comparaciones, que resultan odiosas, aquí en la Comunidad Foral, el gobierno, sorpresivamente, se preocupa de censurar y atacar una opinión contraria, vertida en un medio de comunicación y por un ciudadano, amenazando con la interposición de acciones legales y querellas criminales.
La Constitución española en su artículo 20, reconoce y protege la expresión libre de pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. No se entiende, por tanto, dicho ataque a la libertad de expresión. Creo más bien que el gobierno de Navarra debería preocuparse más de que no se hagan homenajes a personas encausadas por asesinatos y atentados terroristas.