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OPINIÓN: El sueño friki del buen separatista

OPINIÓN: El sueño friki del buen separatista
Esta semana saltaba a los medios una noticia curiosa: el acuerdo firmado entre India y Bangladesh para resolver una serie de disputas fronterizas que se mantenían desde el nacimiento de ambas naciones. Según los términos del acuerdo, India ha cedido a Bangladesh un total de 111 enclaves que suman 70 km cuadrados, mientras que Bangladesh ha cedido a India 28 km cuadrados repartidos entre 51 enclaves.

Todos sabemos lo que es un enclave, ya que en España tenemos algunos. Por ejemplo, el Condado de Treviño, que es un enclave de Castilla y León situado en territorio de Álava. O el Rincón de Ademuz, que es un enclave de Valencia situado en la frontera entre Castilla-La Mancha y Aragón.

El problema en la frontera entre India y Bangladesh es que había docenas de esos enclaves a uno y otro lado de la raya de separación de los dos países. Ahora, con el acuerdo firmado, esos enclaves dejan de existir.

El caso más sangrante era el del enclave de Dahala Khagrabari, que era un territorio indio rodeado completamente por un territorio de Bangladesh, que a su vez estaba enclavado en otro territorio indio que estaba completamente incluido dentro de Bangladesh. Era el único caso en el mundo de lo que se denomina «enclaves de tercer orden». Imagínense la odisea de los habitantes de Dahala Khagrabari para ir a la capital de India: tenían que pasar la frontera nada menos que cuatro veces.

Solo conozco un caso más chocante, que es el del enclave belga de Baarle-Hertog en territorio holandés. Lo curioso de este enclave es que se trata de un único ayuntamiento que está inserto dentro de otro ayuntamiento holandés y, además, está partido en un total de 26 trozos que su vez tienen agujeros. Con lo cual, si paseas por la ciudad, te encuentras manzanas de casas que son territorio holandés y están completamente rodeadas por casas belgas y manzanas de casas belgas que están completamente rodeadas por manzanas holandesas. En las calles del pueblo, la frontera está marcada por líneas de aspas blancas pintadas sobre el asfalto o las aceras.

Estos días, andan los separatistas catalanes enredados en la cuestión de qué haría falta para declarar la independencia. ¿Mayoría de escaños? ¿Mayoría de votos? Por supuesto, ni una cosa ni la otra permitirían declarar la independencia, pero permítanme que le siga el juego por un momento a esta colección de frikis, y que hagamos una serie de hipótesis.

El falso argumento en que se apoyan estos muchachos es el siguiente: «el conjunto de los españoles no tiene derecho a imponer su voluntad al conjunto de los catalanes». Bien, admitamos ese principio, aún a sabiendas de que es falso, y supongamos que las elecciones del próximo 27-S fueran plebiscitarias y decisivas. Vamos a suponer que la lista de Mas obtiene mayoría absoluta de votos y escaños en el conjunto de Cataluña y que gana con claridad el separatismo en Lérida, Gerona y Barcelona, mientras que en Tarragona arrasan los constitucionalistas.

¿Qué hacemos en ese caso, queridos frikis? Según vuestro propio razonamiento, «el conjunto de los catalanes no tendría derecho a imponer su voluntad al conjunto de los tarraconenses», luego Tarragona se quedaría en España mientras las otras tres provincias constituían una Cataluña independiente.

¿O quizá no? Porque imaginemos que la lista separatista de Artur Mas gana con claridad en el conjunto de Barcelona, pero que son los constitucionalistas los que arrasan en Badalona y otros ayuntamientos del cinturón industrial de Barcelona. O, al revés, imaginemos que, aunque el constitucionalismo arrase en Tarragona, hay ayuntamiento tarraconenses donde lo que gana por goleada es la lista separatista.

En ese caso, aplicando la consigna que repiten los papagayos nacionalistas, como «el conjunto de los habitantes de una provincia no tendría derecho a imponer su voluntad al conjunto de los habitantes de un municipio», tendrían que independizarse unos ayuntamientos sí y otros no, con lo que terminaríamos con una miríada de enclaves municipales a uno y otro lado de la frontera, como la India y Bangladesh.

Pero, puestos a desvariar al estilo de los frikis nacionalistas, ¿por qué quedarnos ahí? ¿Acaso el conjunto de los habitantes de un municipio tiene derecho a imponer su voluntad al conjunto de los habitantes de una manzana de casas? ¡De ninguna manera! Así que decidiríamos la independencia manzana por manzana y Cataluña sería como el pueblo belga de Baarle-Hertog, pero a lo bestia. Para ir de tu casa al trabajo, habría que pasar la frontera 16 veces. Y eso si tienes suerte y trabajas en el mismo municipio en el que vives.

Por supuesto, todo el asunto del separatismo es una inmensa idiotez. Un desvarío friki. Quien decide cuál es el «conjunto» que toma las decisiones son las leyes, y en particular la Constitución. Y esa Constitución, aprobada con el voto favorable de más del 90% de los catalanes, dice que la decisión la tiene el conjunto de los españoles. Ni Badalona puede independizarse por sus santas narices de Barcelona, ni Barcelona puede independizarse por la cara de Cataluña, ni Cataluña puede independizarse porque sí de España. Por exactamente la misma razón que yo no puedo independizarme de mi comunidad de vecinos si éstos no lo consienten.

Quien quiera otra cosa, tiene derecho a defender su postura y a proponer reformas de la Constitución, por supuesto. España es un país libre y hasta los frikis separatistas pueden proponer lo que quieran. Pero claro, una cosa es proponer y otra muy distinta que vaya a aprobarse la propuesta. Porque contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. Y la inmensa mayoría de catalanes no separatistas también tiene derecho a que los españoles la defendamos de sus frikis, que últimamente parecen haberse chutado algo.

Luis del Pino: Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital

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