Ante el inicio o fin de estación, siempre aparecen las asociaciones ecologistas o especialistas en «cambios climáticos» con el discurso del cambio por excelencia y único. Tema para abordar y tema para contrastar en todos los ámbitos: económicos, mediáticos, sociales y políticos.
Sin entrar a valorar o estudiar el «cambio climático», pues no es el caso, es totalmente notorio que hay veces, días, en que el clima no es el que debería ser en la estación del año en la que nos encontremos. Pero como diría Aristóteles un día o unos días no cambian el hábito del tiempo o del clima.
La educación debe ir dirigida a proteger el medio ambiente o más bien a conservarlo para las generaciones venideras y eso no cuesta nada. Otra cosa muy distinta es la cantidad de euros y dólares que se embolsan asociaciones y personas por incidir y explicar eso del «cambio climático»: subvenciones, conferencias, publicidad y márketing, cartelería, libros, teorías nuevas, ensayos, cine, viajes, sueldos y sobresueldos… Con el fin de medir científicamente aquello que se palpa y ve sin necesidad de que se alerte de ello.
El «cambio climático» mueve mucho dinero, muchísimo, pero como es climático y «verde» no llama la atención y no se difunde como un gasto prescindible o, cuando menos, un gasto que puede ser reducido a la mínima expresión. Si se investigara quizá la corrupción también haría mella y sería conocida por la opinión pública.
Sea como fuere, no tiene mucho sentido que se esté alertando del cambio climático y se emplee tanto dinero, tiempo y personal en crear y producir, por ejemplo, nubes para generar lluvia, alterando el ritmo natural del tiempo.
La protección y conservación del tiempo sí, necesaria, pero sin manipulación, sin intereses económicos creados al albur del alarmante «cambio climático». Llevamos años concienciando a la sociedad de este cambio, de la energía sostenible, de la energía solar, del reciclaje, de la replantación y conservación de los bosques… Y todavía no hemos salido de ese agujero climático, todo lo contrario, según los ecologistas cada vez es más alarmante y preocupante.
¿Pan para hoy y hambre para mañana o pan para hoy y pan para mañana?
Directora NI
