Miguel Ángel Gurbindo Marín, diplomado en Trabajo Social, ha analizado en su tesis doctoral que “una estructura familiar dañada o en situación de exclusión social influye para que los menores tengan un sentimiento de ausencia de futuro»
El trabajo, según ha informado la Universidad Pública de Navarra en una nota, ha tenido como base de estudio el programa del Sistema de Protección a la Infancia de Navarra. Durante un período de cinco años se ha trabajado con el cien por cien de los menores que han pasado por el citado programa y con sus entornos familiares (449 personas en total).
“Esto ha permitido analizar todo el período de adolescencia (12-18 años), valorar la evolución en el tiempo, la eficacia y eficiencia del sistema de protección a la infancia y adolescencia en Navarra, establecer una comparativa interanual y poner de manifiesto los factores de riesgo-protección más prevalentes en el tiempo, así como los de carácter coyuntural”.
La tesis “Adolescencia en riesgo social. Un estudio de las situaciones de conflicto social severo y prolongado en la adolescencia, abordadas desde el Sistema de Protección a la Infancia en Navarra” ha sido dirigida por el doctor Jesús Hernández Aristu y ha obtenido la calificación de Sobresaliente cum laude.
Las situaciones de conflicto social severo y prolongado hacen referencia al proceso de grave inadaptación social en el que muchos menores se sienten incapaces de ajustarse a su medio físico, profesional, familiar, escolar o social. Generalmente tiene severa repercusión en el comportamiento y en el medio en que interaccionan, por lo que en casos de mayor gravedad es necesaria la separación temporal o definitiva del núcleo familiar de referencia.
Según los datos recogidos, la población objeto de estudio se ajusta, en su mayor parte, al siguiente perfil: adolescentes-jóvenes de entre 13 y 20 años (media de edad de 15,61 años), sin apenas diferencias por razón de género. En cuanto a la tipología familiar y procedencia, “hay una alta heterogeneidad, pero destaca el alto grado de sobrerrepresentación por parte de la población de origen extranjero y, predominantemente, estructuras familiares monoparentales”, indica Gurbindo. Destaca también la existencia de un alto componente de desajuste interno y externo, que se manifiesta en un patrón de conducta altamente inadecuado y generador de alarma en el ámbito intrafamiliar y social.
Conflicto multidireccional
Los resultados de la investigación han puesto de manifiesto que existe una tipología de conflicto social con señas de identidad propias y diferenciadas de otras tipologías de conflicto. Tal y como explica su autor, “no es un conflicto exclusivamente con adultos; no va dirigido, al menos de modo consciente, al cambio social o al enfrentamiento con el sistema o las instituciones de control; no se expresa colectivamente sino de forma individual; no suele estar centrado en un solo ámbito sino que tienen a generalizar la conducta en diferentes contextos en los que el individuo transita e interactúa; y tiene un alto componente de desajuste emocional, manifestado mediante la búsqueda autodestructiva”.
En ese contexto, este investigador considera que se trata de una forma de conflicto social que se expresa en el marco de las relaciones personales, familiares, afectivo-sexuales, formativo-laborales y judiciales. “Todo ello, desde un nuevo patrón de conducta, marcado unas veces por lo disruptivo y disocial, la violación de las normas sociales o los trastornos del comportamiento; otras veces por la inhibición, mutismo e incomunicación; y otras, por la búsqueda autodestructiva, que se expresa en prácticas de riesgo incontrolado, conductas autolíticas o desconexión social”. Todas estas circunstancias hacen también que los menores en situación de conflicto social severo tengan una escasa contención-supervisión en los ámbitos sociales, educativos y recreativos que les deberían acompañar en su proceso de crecimiento.