Un pequeño cachorro de jagd terrier, de unos nueve kilos de peso y que apenas levanta un par de palmos del suelo, acompaña estas semanas al policía foral que lo adiestra a todas partes, tanto al trabajo como cuando sale a pasear o se marcha a casa. Podría decirse que es su mascota, pero si este proceso de formación concluye con éxito, este perro, del que no se puede desvelar su identidad por razones de seguridad, ayudará a la Policía Foral en la detección de drogas en registros domiciliarios, redadas en lugares públicos y en el interior de vehículos.
El cachorro, que fue adquirido a un criador de perros de Toledo, afronta ahora su fase de adiestramiento más crítica, la socialización. De ella dependerá que en un futuro no tenga miedo a los ruidos, a las personas o a los distintos ambientes donde deberá realizar su trabajo de perro policía. Esta socialización la realiza el propio agente, que está especializado en el adiestramiento y guía de perros, conviviendo con el cachorro en su hogar familiar para que se acostumbre a todo tipo de situaciones cotidianas.
El adiestramiento del perro, que tiene ahora seis meses, también incluye entrenamientos físicos y ejercicios de obediencia y de detección de sustancias estupefacientes. Cuando el cachorro crezca y esté formado, la Policía Foral lo empleará por su reducido tamaño, no superará de adulto los 40 centímetros de altura, como apoyo en el registro de vehículos y de domicilios, especialmente en lugares de difícil acceso como pueden ser la parte superior de los armarios.
Con este cachorro ya son once los perros policías con los que cuenta el Grupo de Guías Caninos de la Policía Foral, cuatro de ellos especializados en la búsqueda de explosivos, cuatro en la detección de drogas (más el cachorro en socialización) y dos que se están formando en la localización de personas, vivas o muertas.