La puesta en libertad de Bolinaga fue una de las gotas que colmó el vaso de la vergüenza más horripilante de Rajoy y su gobierno. Fue la mayor traición a las víctimas, a sus votantes y simpatizantes y a España. Fue uno de los “estragos políticos” que más dolor causó y más impotencia.
Por activa, por pasiva y por perifrástica se le instó al Gobierno para que tomara la determinación de no sacar a un etarra sanguinario y asesino a la calle. Pero el silencio, las palabras ambiguas, la prepotencia y la “negociación” marcada en la hoja de ruta revestidas de enfermedad, estaban por encima de la dignidad y la justicia.
Ahora Rajoy, sin candidato para Europa, hace su campaña personal y utiliza a Bolinaga para ello, consiguiendo encontrar una repentina fórmula que permita que se le juzgue para hacer creer a las víctimas y a España que puede volver a la cárcel.
Los ciudadanos estamos hartos de corrupción archivada, de mentiras e incumplimientos, de seguidismo y bipartidismo, que sólo varían su orientación las elecciones, sean europeas, nacionales o municipales y forales.
Pero con casi 40 años de democracia, quizá los votantes destaquen por tener conciencia y memoria políticas.