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OPINIÓN: 4.799 AÑOS DE CONDENA… ¿PARA QUÉ?

OPINIÓN: 4.799 AÑOS DE CONDENA… ¿PARA QUÉ?

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A veces, lo más sensato que podríamos y deberíamos hacer es no apretar el botón de encendido de la televisión, no abrir el diario e incluso no escuchar el «noticiero» de las 14:00.

Tal vez, lo mejor sería abstraerse en el espacio-tiempo y dejar que todo fluya, cual riachuelo entre valles frondosos, como si de «proverbio chino» se tratase. Pues a mí me da que más que proverbio, es un gran cuento en mayúsculas, sea chino o de los Hermanos Grimm… UN CUENTO.

Ahora resulta que un tipo de apellido afrancesado, con varios asesinatos marcados a sangre en la culata de su pistola, da nombre a no sé qué «doctrina», que hay que cumplir a pies juntillas, de no ser que un Tribunal Europeo estime lo contrario. Entonces… ¡puf!… ¡se acabó! Y así más de 50 asesinos de un negocio-mafioso llamado ETA, salen a la calle disfrutando de su “merecida” libertad, tras haberlo dado todo por la que ellos llaman SU PATRIA. Ésa por la que lucharon sometidos por las leyes de dos estados, se supone que democráticos, y que lo único que hicieron por ellos durante todos estos años, ha sido torturarles y no dejarles decidir cómo quieren vivir.

Por eso, todo aquel que se opuso, se opone y se opondrá a estos SALVAPATRIAS, será ajusticiado de muerte, acorralado hasta la saciedad o hasta que se marche de su propia tierra, la misma que defienden a capa y espada, en calles y ayuntamientos, en «manifas» ilegales (y sin consecuencias), en rotondas y calles de todos, pero que hacen suyas por el artículo 33, es decir, sí o sí.

Podrán estar orgullosos y algunos brindaran con cava (que la “champaña” esta cara y no es tan independiente) por esos personajes con esta “factura de sangre”, vuelvan a casa y… ni tan siquiera esperan a Navidad. Qué alegría la de esas madres, al abrazar de nuevo a sus hijos, compartir todas las desventuras vividas con ellos fuera del «lar» y sufriendo lo indecible en cualquier módulo carcelario de cualquier rincón de España. Qué sufrimiento, todas esas visitas sufragadas por todo «pichichi», esos juicios llenos de risas, complicidad en las miradas, decenas de adolescentes en la sala  perfectamente adiestrados por y para la causa… Esas caras de NO ARREPENTIMIENTO, repito, NO ARREPENTIMIENTO, de los enjuiciados, esa -a veces- permisividad del Juez de turno consintiendo esto y más…

Esto, señoras y señores, y para regocijo de muchos, no es suficiente. Serán libres y caminarán por las calles de nuestra ciudad con la tranquilidad del trabajo bien hecho, de haber puesto su granito de arena por la construcción de ese “país de ensueño”, llenos de héroes aferrados a la causa, por la que, si no piensas como yo, te pego dos tiros y encima me sale “gratis”.

Felicidades muchachos, os darán la libertad, pero jamás seréis libres de conciencia y siempre seréis recordados como lo que sois: ASESINOS. Y no es porque lo diga yo, sino que lo dicen también miles de familiares de los más de 800 asesinados y los más de 40 años de terror de un país que ni os quiere entre rejas, ni mucho menos libres. Simplemente, NO OS QUIERE.

Mis más sinceras felicitaciones también a toda la clase política que ha entrado al juego de una cosa por otra, para terminar con esta lacra. Aunque, sinceramente, yo nunca me fiaría de un cerdo herido.

Para finalizar, les cuento una historia que, para mí, es la imagen de un fanatismo forjado en unas ideas arcaicas y sin sentido, que siempre tiene un final injusto.

Me contaron en una ocasión que, un policía de paisano y fuera de servicio, paseaba por una calle de la ciudad donde residía (País Vasco). En el trayecto del mismo y, en un acto de valentía, y, sobre todo, de instinto humano, salvó la vida a un pequeño que iba a ser atropellado por un camión. Con el paso de los años, este pequeño creció, vivió  y fue aleccionado en las filas del fanatismo totalitario y del anti-estado. Como prueba de fe, recibió su primer encargo: asesinar a un torturador,  un fascista, a «una mala persona». Asesinar a un policía que residía en su misma localidad. Éste cumplió su cometido y terminó con la vida del policía, a sabiendas de que fue el mismo que, años atrás, salvó su vida arrancando su cuerpo de entre las ruedas de aquel camión.

Paradojas de la vida.

Permítanme que no crea ni en reinserciones, ni en la justicia, ni mucho menos en «doctrinas» con nombres afrancesados, invento de unos pocos para contentar a otros.

Cumplimiento íntegro de condenas, sin beneficios.

Fran González

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