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Portugal acude a las urnas sin resultados claros y con los ecos del rescate

Portugal acude a las urnas sin resultados claros y con los ecos del rescate

Casi diez millones de portugueses, llamados a las urnas para elegir a los 230 diputados de la Asamblea de la República

Los sondeos sitúan al centro-derecha por delante de los socialistas

El bloque de los indecisos podría terminar inclinando la balanza en unas elecciones

Alrededor de diez millones de portugueses acuden a las urnas para decidir la composición del próximo Parlamento, con el que quieren pasar página a cuatro años marcados por las dificultades económicas y en los que el primer ministro, Pedro Passos Coelho, ha hecho de la austeridad su bandera de gestión.

El Partido Social Demócrata (PSD) de Passos Coelho y el Centro Democrático Social-Partido Popular (CDS-PP), que conforman actualmente una coalición de centro-derecha, aspiran a seguir en el poder a costa de un Partido Socialista que, pese a haber recuperado parte del terreno perdido en los últimos años, no ha logrado despegar.

Los socialistas han encomendado a Antonio Costa, carismático antiguo alcalde de Lisboa, su asalto al poder. Costa ha prometido dar un giro a las políticas de austeridad y adoptar medidas para aumentar el poder adquisitivo de las familias.

Durante su último acto de campaña en Lisboa, el líder socialista llamó a la participación, consciente de que, como él mismo ha dicho, «cada voto cuenta» si quiere desbancar al centro-derecha. Los sondeos que llegaron a situar al PS al frente dibujan ahora una ventaja de la coalición Portugal al Frente del PSD y el CDS-PP.

Las encuestas coinciden en situar a la actual alianza gubernamental al frente en intención de voto, con ventajas que han llegado incluso a los doce puntos pero que vaticinan un escenario sin mayorías absolutas. El bloque de los indecisos –superior al 10 por ciento– podría terminar inclinando la balanza en uno u otro sentido.

Una encuesta difundida el viernes por el periódico luso ‘Publico’ cifró en el 37,2 por ciento la intención de voto para el bloque que encabeza Passos Coelho, frente al 32,9 por ciento que contemplaba para el Partido Socialista. El sondeo señalaba que los partidos progresistas Coalición Democrática Unitaria (CDU) y Bloque de Izquierda (BE) lograrían, respectivamente, un 8,8 y un 7,9 por ciento de los sufragios.

Cuestión de dinero

El primer ministro ha presentado como aval su gestión durante los últimos cuatro años, en los que ha navegado en un temporal de crisis económica que apenas comienza a vislumbar la calma. Portugal ha vivido lastrado por el rescate que en 2011 solicitó el Gobierno de José Socrates y del que ha logrado salir a base de recortes.

Passos Coelho, fiel transmisor de las políticas de la ‘troika’, ha insistido en que la austeridad estaba justificada y ha pedido a Costa que no haga promesas que no pueda cumplir en caso de llegar al Gobierno. Para el primer ministro, el Partido Socialista equivale a «incertidumbre» y su Gobierno, en cambio, ejemplifica la «estabilidad» que el país necesita.

«Sin estabilidad no hay confianza, sin confianza no hay inversión, sin inversión no se crea empleo», dijo el jefe de Gobierno en el cierre de campaña, repitiendo una consigna que ha defendido en sus debates frente a Costa.

El presidente de Portugal, Anibal Cavaco Silva, también apeló a la «estabilidad» tras los «sacrificios» en su mensaje de convocatoria de elecciones. «Todas las elecciones son importantes, pero las próximas son especialmente importantes para el futuro de Portugal», advirtió.

El fantasma de Sócrates

Las elecciones llegan precedidas no sólo de convulsión económica sino también política, ya que durante la legislatura a punto de terminar los portugueses han visto cómo su anterior jefe de Gobierno, José Sócrates, terminaba cambiando la silla de primer ministro por el banquillo de los acusados.

Sócrates, bajo cuyo mando el socialismo conoció sus mejores momentos políticos, abandonó el Gobierno en julio de 2011 tras el rechazo parlamentario a su plan de austeridad, pero ahora su figura ha quedado ligada al escándalo. Tras 288 días detenido, el ex primer ministro logró abandonar la cárcel a principios de septiembre para pasar a arresto domiciliario.

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