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Fútbol y atletismo, del área a la pista sólo hay un paso

La imagen de Raúl González atravesando la línea de meta del maratón de Nueva York volvió a relacionar inevitablemente a dos deportes como el fútbol y el atletismo, que a lo largo de los años han estado unidos con múltiples historias que durante décadas marcaron a muchos deportistas.

Es conocida la afición de jugadores a prodigarse en el mundo del atletismo como mero entretenimiento o simplemente para mantener la forma, matar el gusanillo del deporte o como simple espíritu de superación. Raúl, con una marca de 3h.26:05 en los 42,195 kilómetros, no es el primero ni el único en lanzarse al mundo del atletismo.

Luis Enrique, actual entrenador del Barcelona, es un auténtico «Ironman». Antes de sentarse en el banquillo azulgrana y un año después de abandonar su carrera profesional, corrió su primer maratón como Raúl, en Nueva York, pero con un tiempo inferior, 3h.14:09.

Su obsesión por bajar de las tres horas la culminó en Florencia tiempo después. Hizo allí 2h.57:58, antes de probar con el triatlón y el «Ironman», hasta participar en el Marathon des Sables o en la Quebrantahuesos, dos de las pruebas más duras del calendario.

Pero, más allá de esos intentos por adentrarse en el atletismo por parte de exfutbolistas, hubo otros tiempos en los que auténticos atletas acabaron por dedicarse al fútbol y viceversa. Muchos son los ejemplos que pueden adornar varias historias de grandes jugadores que triunfaron primero en las pistas y después sobre el césped.

Uno de los pioneros en esta relación atletismo-fútbol es José María Yermo, jugador del Arenas Guecho entre 1928 y 1934. Jugó 51 partidos y marcó 30 goles en Primera División. Una cifra respetable para un hombre que antes de lanzarse a dar patadas a una pelota fue campeón de España en salto de altura y en salto de longitud.

Además, logró marcas relevantes en triple salto, martillo, peso y salto de pértiga. Yermo le pegaba a todo y bien, según relata José Ignacio Corcuera en la revista Cuadernos de Fútbol de CIHEFE (Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español).

Por los mismos derroteros discurrió la carrera de Diego Lozano, un jugador del Atlético de Madrid que entre 1943 y 1954 ganó un par de Ligas a las órdenes de Helenio Herrera. Las consiguió a la vez que corría por las pistas y, mientras levantaba trofeos, fue récord de España en relevos 4×100 y subcampeón en los 400 metros lisos.

Otro jugador mítico que engrandeció al Sevilla durante 16 temporadas fue Marcelino Vaquero, «Campanal II». Defensa fuerte, un muro para los delanteros e internacional por España, sólo pudo competir fuera de concurso en competiciones porque en su época un profesional no podía participar en atletismo porque era un deporte amateur.

«En el campeonato de España salté 7,24 y gané fuera de concurso al campeón. Venía de jugar al fútbol y les gané. Corría los 100 metros en 10.8 en pistas de ceniza. Si me hubiera dedicado al atletismo no sé hasta dónde hubiera llegado. Siempre me quedará esa duda», afirmó a EFE.

En el arte de la jabalina se prodigó otro defensa de un equipo mítico, el Zaragoza de «los 5 Magníficos», que en los años 60 triunfó en el fútbol español. Severino Reija, que llegó a disputar el Mundial de Chile 1962 y el de Inglaterra 1966 y que además ganó la Eurocopa de 1964, fue un lanzador relevante casi en la misma época que Miguel de la Quadra Salcedo, olímpico en Roma 1960 en esa especialidad.

También pudo ser un buen velocista Miguel Jones, aquel jugador nacido en Guinea Ecuatorial del Atlético de Madrid de los años 60. En la universidad, mientras hacía exámenes en la carrera de económicas, arrasaba en las carreras de 100 metros. Al final, apartó la pista para correr sobre el césped del Metropolitano.

Pero con el paso del tiempo el fútbol se fue profesionalizando. Es raro ver a jugadores gorditos como el húngaro Ferenc Puskas haciendo malabarismos con el balón. Ahora, más que atletas, todos son atléticos y jamás podrían instalarse en la elite de un deporte que necesita una preparación muy específica.

Nombres como Cristiano Ronaldo, Gareth Bale o, en el Arsenal, Héctor Bellerín, representan la velocidad más explosiva en el mundo del fútbol. Muchos afirman que podrían triunfar en los 100 metros, pero voces autorizadas se encargan de frenar tanto ímpetu.

Bellerín es capaz de correr los 40 metros en 4.41 segundos, 23 centésimas menos que el Usain Bolt: «Esas historias me hacen reír. Los futbolistas son muy rápidos en los primeros 10 o 20 metros porque se entrenan para ello. No conozco ningún futbolista capaz de bajar de 10 segundos en los 100 metros», dijo el jamaicano.

Sin embargo, Yohan Blake, subcampeón olímpico en Londres 2012, declaró en su momento a EFE que jugadores como Cristiano Ronaldo podrían tener un papel significativo: «Es bastante rápido. Sería interesante ver cómo corre los 100 metros. Creo que lo haría rápido», dijo.

Chema Martínez no está de acuerdo. Aunque alaba la marca de Raúl en su primer maratón («el mero hecho de terminarlo es una gesta. Su marca, para una primera vez, está muy bien»), opina que muchos futbolistas actuales convertidos en atletas no serían tan relevantes.

«Bale se asemejaría más a un atleta por su forma de correr, pero el jugador más rápido de la Liga no llega a competir con la mujer más rápida en los 100 metros. Jugadores como Cristiano o Bale, si los llevas al atletismo y se entrenan, serían buenos deportistas, pero no llegarían nunca a ser «top». Esa es la gran diferencia. Lo harían bien pero no destacarían», sentenció a EFE.

De Campanal II a Raúl, pasando por Luis Enrique, Bellerín, Bale, Reija, Cristiano y otros aficionados a correr como Juanfran, Filipe Luis, Morata o Mendieta (apuntaba a gran atleta antes de decantarse por el fútbol), son prueba de que el fútbol y el atletismo siempre han estado relacionados.

Hace décadas parecía más fácil intercalar un deporte con otro en la elite. Ahora, en el siglo XXI, ver a un futbolista triunfando en una pista sería una quimera. Lo dicen varios especialistas en la materia.
Juan José Lahuerta

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