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Desobediencia o democracia

Estos últimos días en Cataluña se está viendo algo que no por menos esperado es más aceptable. Un gobierno regional apoyado en una serie de organizaciones (ANC, Omnium) y medios subvencionados ha fomentado e incubado grupos de activistas y un clima en el que ese activismo saliera a la calle. Puigdemont ha provocado abiertamente la acción de los CDRs llamando a la resistencia y la lucha. Torra los ha invocado hablando de sacrificio y de lucha contra el Estado español. Ambos, por supuesto, dirán que lo hacían en sentido simbólico y metafórico.

Lo triste es que esos líderes son peor que el Capitán Araña (o Arana), que embarcaba a la gente y se quedaba en tierra. Puigdemont y Torra van más allá. No lanzan a sus fieles a paralizar Barcelona y asaltar el Parlament para lograr una movilización popular que, a través de la conmovida comunidad internacional, haga realidad su república. No, aunque esa sea la película que les han vendido a los activistas.

Torra y Puigdemont saben que no hay respaldo popular. Lo que están haciendo es fabricar mártires. Echar a los fieles a la calle para que choquen con “los fachas” y sobre todo con la policía, y renovar así el mito redentor del 1-O. El pueblo contra las porras. La brutalidad policial. La imagen mágica cara al extranjero, y la comunión de sangre que une a los apaleados. Y si el presidente Sánchez esconde a la Policía Nacional y la Guardia Civil, ahí están los Mossos para repartir los porrazos necesarios. Ya se ocupa el aparato de propaganda del régimen de difundir la idea de que los Mossos actuaban obligados por “España” y su ley, y no por el conseller de Interior.

Y con tanto engaño han creado una confusión espectacular, en la que los radicales (que son radicales pero no estúpidos) se han dado cuenta perfectamente de que han sido traicionados. Pero no antes de demostrar, a golpes, que la “revolución de las sonrisas” es tan mítica como la República que busca. No antes de estar a punto de tomar el Parlament, con lo que podría haberse desatado si se atrincheran en la sede de su presunta soberanía. Les han dejado tocar el premio y se lo han quitado a palos.

Para llegar a ese punto se ha acumulado una larga sucesión de desobediencias. Desobediencia de Sánchez y de Torra a los preceptos que juraron defender. Desobediencia continuada a la ley y a las sentencias por parte de los separatistas, y permitida por los gobiernos. Tanta desobediencia que en Cataluña cabe decir que, en aspectos esenciales, la ley es optativa, porque los que mandan eligen si la siguen o no. Los que mandan votan (ayer, en el Parlament) si acatan o no una resolución judicial que suspende cautelarmente a parlamentarios encausados.. Y la ley es arbitraria, porque lo que se permite y anima hasta un punto, se corta en seco a la hora siguiente cuando ya no conviene al que manda.

La mayor parte de la gente se asombra de este nivel de desobediencia. Pero lo cierto es que todo es cuestión de acostubrarse. Como en Pamplona nos acostumbramos a la ocupación de Rozalejo, convertido (encima) en bar de copas y salón de actos de apología del terrorismo. Como en Burlada nos acostumbramos a homenajes no autorizados (es decir ilegales) a etarras. Como en toda Navarra nos hemos acostumbrado al juego con las banderas en fiestas. O como Asirón recurre indefinidamente sentencias que le obligarían a corregir sus abusos identitarios y contrataciones ilegales, o las ignora sine die.

Los romanos decían “dura lex sed lex”. Con la ley se puede no estar de acuerdo, pero hay que cumplirla. Si los que mandan no la cumplen, sino que eligen a quién se le aplica y a quién no, se rompe la igualdad ante la ley y se rompen las garantías del Estado de Derecho. No es una cuestión banal. No es algo para tomarse con calma, que no pasa nada. Si los que mandan están por encima de la ley, no vivimos en democracia. Poca broma.

Por eso, con estas cosas, tolerancia cero. La ley está para obedecerla. Cambiarla si puedes, cumplirla siempre. Los que la relativizan, los que pretenden no cumplirla, los que ignoran los incumplimientos que les convienen, están jugando con las cosas de comer.

En Navarra hay una serie de partidos que juegan precisamente a éso. Geroa Bai (el guante rojo del PNV), Podemos (el guante morado de Bildu), IE, EH Bildu. Y más de una vez, el PSN, respaldando leyes manifiestamente inconstitucionales como la de abusos policiales o considerando que las infracciones son “asumibles”.

Si alguien tenía dudas de dónde acaba éso, esta semana se lo están televisando desde Barcelona. Al que le guste, que les vote.

  

Miguel Cornejo (@miguelcornejoSE) es economista y consultor

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