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Barcelona 20.12.2018, la rendición de un cobarde ambicioso que exige una respuesta contundente

A punto ya de acabar un año que puede resumirse entre un comienzo titubeante y un final lamentable, cerramos este triste 2018 con una pesada carga por no haber hecho lo que había que hacer en su día (2011) y que, tras medio salvar los muebles en Junio de 2016, cuando se repitieron las desastrosas -para España- elecciones generales de Diciembre anterior, había quedado un arco parlamentario con posibilidades de sumas siniestras, puestas de manifiesto desde el contubernio de Junio pasado con la aparición de un nuevo frente popular que era cuestión de tiempo si no se dejaba hablar de nuevo al pueblo español, aunque no estoy muy seguro de que se hubiera conseguido revertir la situación si Don Mariano Rajoy hubiera disuelto el Parlamento antes de votarse la moción de censura o, como el único «malo» entonces era él y el enemigo a batir el Partido Popular, ese adelanto de la mano del gallego hubiera propiciado más o menos las mismas sumas y dejado por delante una legislatura completa de los mismos enemigos de España en lugar de una en precario, previsiblemente más corta, aunque no tanto como muchos habríamos deseado y había prometido el actual okupa de la Moncloa: «Presento la moción de censura para conseguir la normalización del país mediante la convocatoria inmediata de unas nuevas elecciones generales», dijo como única justificación el Dr. Plagio cum Fraude, alias el Turista, en un discurso de «embestidura», que no de investidura, vacuo hasta decir basta y sin una sola propuesta programática. Luego probó el cargo, el Falcon y el Decreto Ley vía BOE, y aquí estamos. Y por si quedaba alguna duda de sus intenciones de continuador, su número dos del Partido Siempre Opuesto a España, antes Socialista, Obrero -cada vez menos- y Español -de hojalata como su maestro ZParo– y ahora miembro del gabinete anuncio que nos obsequió, «fomentador» de la igualdad, la convivencia y el respeto a la democracia, el ministro de Fomento José Luis Ábalos, evolucionado de comunista a «socialisto» ha dejado caer que: «Aunque solo sea por no darle gusto a la derecha, Sánchez no convocará elecciones».

Y como era previsible, en una nueva «bajada de pantalones», que no otra cosa ha sido la pantomima de los días 20 y 21 en Barcelona de esta marioneta de Joaquín Torra, se consumó la traición y como prueba de ello tres concesiones hechas por este oportunista al golpista de la Generalidad, dando a España y al mundo una vergonzosa imagen de indignidad que ha dejado perplejos a no pocos destacados socialistas, como Alfonso Guerra y algunos de sus barones regionales, García Paje, Lambán y Fernández Vara: Foto en el Palacio de Pedralbes, en una indebida reunión llena de signos separatistas -dos macetas con flores de pascua amarillas,-tapadas «discretamente» con una roja-, lugar de colocación de los «negociadores», etc. y cambio de nombre del aeropuerto de El Prat por el de José Tarradellas -estas dos para satisfacer el sueño «igualitario» catalanista de sentirse estadillo de la Srta. Pepis y sentarse con su «igual» -iguales en mezquindad lo son- y como  generoso regalo, la «anulación» del juicio a Luis Companys, que lo condenó a muerte por traidor, en ese permanente intento de cambiar la Historia a su conveniencia y de ganar la Guerra Civil 79 años después y derrotar a Franco -«una vez más»- 43 años después de muerto, el sueño de la izquierda social-comunista.

Y es que, como leí hace unos días en el Blog del General Dávila que decía Epícteto de Frigia, “Si no quieres ver tus deseos frustrados, no desees jamás sino aquello que sólo de ti depende”, y tanto la llegada a la presidencia, primero, como su permanencia el mayor tiempo posible en Moncloa, después y ahora, no han dependido de este inane presidente por asalto en ningún momento -no tenía ni escaño parlamentario el personaje-. Pero eso del mérito y el esfuerzo no van con  este «copista», que prefiere sumisión y humillación con tal de mantenerse y completar su álbum de fotos. Así hemos visto en un comunicado oficial conjunto, en el que Sánchez y Torra coinciden en «la existencia de un conflicto sobre el futuro de Cataluña”, comunicado en el que se ha omitido por exigencia del socio catalán citar la palabra Constitución -la han sustituido por el eufemismo «seguridad jurídica», como si la Carta Magna no fuera en sí misma la máxima garantía de esa seguridad jurídica-, añadiendo además que “a pesar de mantener diferencias notables sobre su origen, naturaleza o vías de resolución, comparten, por encima de todo, su apuesta por un diálogo efectivo que vehicule una propuesta política que cuente con un amplio apoyo en la sociedad catalana. ¿Pretenden saltarse la opinión mayoritaria del pueblo español y que una parte minoritaria de una región decida por el todo regional y nacional? ¡Hasta ahí podríamos llegar! Pareciera que después de la «minicumbre» el centro de mando del secesionismo se hubiera trasladado a la Moncloa.

Y «¡qué fiesta sin la tía Juana!», aparece en liza el «despertador» de las dos Españas de Antonio Machado para echar más leña al fuego y desde un «descanso» de su traidora asesoría al dictador Nicolás Maduro, sentencia respecto a los políticos catalanes presos que «No son golpistas -lo dice él arrogándose el papel de juez-; yo animo a Sánchez a seguir con el diálogo». Ese «diálogo, diálogo y diálogo» que repite cual papagayo su clon, recuerdo triste de la solemne e inútil frase de su antecesor en Moncloa, «Diálogo sin fecha de caducidad» -repetía incansable mientras le segaban el piso unos y otros-, que ya hemos visto dónde nos ha llevado. ¿Se convencerán alguna vez nuestros políticos de tres al cuarto de que con el enemigo -que no rival- no vale tanto diálogo ni concesión alguna? Está visto que cuanto más se les dé, más pedirán y cuando consigan -o se crean tener- el poder que quieren, a la primera ocasión montan el merendéndum de Arturo Mas del 9-N de 2014, al que no se pararon los pies con energía y, como se siguió «dialogando» -es decir, cediendo-, montaron el del 1-O de 2017 en un claro intento de golpe de Estado -uno más del nacionalismo catalán- del prófugo Picodelmonte y, como remate, infligen al gobierno la semana pasada la humillación de sentarse de «igual a igual» en Barcelona. Claro que «donde no hay cabeza, está de más el sombrero» y este «asaltacongresos» no es que no tenga la dignidad mínima exigible a un gobernante, es que no conoce siquiera el significado del término y se somete a lo que le impongan sus socios de contubernio con tal de seguir en el pedestal de cristal que se ha preparado. Espero que más dura sea la caída cuando se produzca que, por el bien de España, la deseo lo antes posible, antes de que el daño resulte irreparable o nos lleve para su arreglo a sendas que ya quedaron lejos y no se deberían repetir jamás. Así, en su línea de vergüenza, humillación, indecencia, vasallaje y postración, despropósito, bochornoso ridículo, envilecimiento, degradación y, por qué no decirlo, TRAICIÓN, Sánchez ha dejado entrever más cesiones, tanto a vascos, con el traspaso de la competencia de prisiones, como a catalanes con las antes citadas, arrodillado ante el racista Torra -familiar y protector de los kale borroka catalanes conocidos como CDR-, la marioneta de Waterloo que califica a los españoles de «bestias carroñeras, víboras, hienas con una tara en el ADN” –¿se estará definiendo a sí mismo y a sus seguidores y protegidos?-, algo que, al parecer, no molesta al turista del Falcon.

 

Y si de traición a España, su Unidad y su Constitución hablamos, invito a esos aficionados a presentar querellas subiéndose al carro en marcha del populismo oportunista, a que presenten una, a la que me uniría sin pestañear, en aplicación del  Artículo 102 de nuestra Constitución que, en sus puntos 1 y 2, dice así «La responsabilidad criminal del Presidente y los demás miembros del Gobierno será exigible, en su caso, ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo» y «Si la acusación fuere por traición o por cualquier delito contra la seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones -lo que resulta evidente en el actual estado del desafío y cesiones a Cataluña-, sólo podrá ser planteada por iniciativa de la cuarta parte de los miembros del Congreso -es decir, 88 diputados (el PP tiene 137)-, y con la aprobación de la mayoría absoluta del mismo» -que sería cuestión de trabajarla-. Un artículo que, para este tipo de delitos, deja claro en su punto 3 que «La prerrogativa real de gracia no será aplicable a ninguno de los supuestos del presente artículo».

Y dentro de esa respuesta contundente a la que apelo en el título, me permito hacer una llamada de atención a nuestro Rey Felipe VI -cuarto para la podemita navarra Ione Belarra (psicóloga y «especializada en educación», para más inri), que no debió asistir a la clase en la que se explicaban los números romanos-, como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, que sin duda tendrá más que memorizado el Artículo 8 de la Constitución: «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional», misión que algunos echamos en falta en las dos ocasiones citadas anteriormente, especialmente en la segunda, y en otros disturbios más recientes en las calles de Barcelona y vías de comunicación de Cataluña.

Y mientras el lector pueda estar aplicado en estas líneas, tal vez se esté dando en Andalucía un primer paso de importancia trascendental para acabar con casi cuarenta años de socialismo de atraso y corrupción, ya que este jueves se inicia el procedimiento de constitución del nuevo parlamento andaluz. Pero a eso ya le dedicaré una reflexión más amplia cuando se produzca el ansiado cambio.

Mientras tanto, Feliz Navidad a todos y mis mejores deseos para 2019, uno de los cuales, para los españoles de bien, será sin duda el definitivo desalojo del okupa de la Moncloa y la rendición de cuentas de sus viajes y demás abusos presidenciales y personales. Habrá que pedirlo con vehemencia a SSMM los Reyes Magos.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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