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Amsterdam recuerda al último zar de Rusia en el centenario de su abdicación

El museo Hermitage de la capital holandesa inaugura hoy una exposición que ahonda en el reinado del último zar de Rusia, Nicolás II, y en la agitación social previa a su abdicación hace 100 años a través de objetos personales de los miembros de la casa real, pinturas y publicaciones de la época.

El zar subió al trono en 1894, cuando apenas tenía 26 años, y fue incapaz de evitar que la Historia le pasara por encima: la Revolución Soviética le obligó a abdicar en 1917, acabando con más de 300 años de una dinastía familiar que había gobernado Rusia con puño de hierro.

«Fueron numerosos los pasos en falso que dio Nicolás II durante su reinado», explica a Efe Vincent Boele, conservador del Hermitage.

El museo divide la exposición «1917. Romanovs y revolución» en dos espacios bien diferenciados, el primero de los cuales es una sala amplia y de techos altos que refleja el poder económico de la monarquía rusa justo antes de su ocaso.

Los muebles de madera, tallados con mosaicos detallados hasta el infinito, comparten espacio con figuras de porcelana exquisitas y vestidos de noche usados por miembros de la realeza.

Al fondo, preside la sala un retrato del propio Nicolás II de más de tres metros pintado por Ilya Repin en 1895, en el que el monarca posa de pie con una expresión apática en su cara, como si fuera ajeno a su rol de emperador.

«Era más un hombre de familia que un gobernador, aunque fue muy autocrático», señala Boele.

El segundo espacio de la exposición recorre cronológicamente su reinado, empezando con su boda con Alejanda Fiódorovna en noviembre de 1896, semanas después de su ascenso al trono.

«Ese matrimonio fue el primer paso en falso del zar. Ellos ya sabían que ella era portadora de hemofilia, por lo que cualquier hijo varón que tuvieran sufriría esa dolencia y sería incapaz de gobernar», explica Boele.

Alejanda Fiódorovna alumbró a cinco vástagos, pero solo el varón Alexei tenía la posibilidad de heredar el trono.

Desde su infancia, sus padres vieron cómo el niño caía gravemente enfermo cada vez que tenía una pequeña herida y la desesperación de la madre la llevó a contactar con Grigori Rasputín, un curandero cuyas habilidades le permitían sanar al pequeño Alexei cada vez que sangraba.

«Tuvo una gran influencia en los Romanov», indica Boele, algo que no gustaba a muchos de los cortesanos del zar. La exposición incluye una foto original de Rasputín con todos los hijos de Nicolás II.

En el plano político, la falta de reformas profundas y la represión contra aquellos que protestaban hicieron que el zar viera erosionada su ya escasa popularidad.

Uno de los vídeos expuestos en el Hermitage muestra imágenes de soldados rusos frente al Palacio de Invierno disparando contra manifestantes pacíficos en una concentración celebrada en 1905, episodio que pasaría a la historia como el del «Domingo Sangriento».

Los convocados, más de 100.000 obreros y campesinos, reclamaban reformas fiscales y una jornada laboral de ocho horas.

Nicolás II aceptó meses después el establecimiento de la Duma, que funcionaría como asamblea legislativa, pero mantuvo la mayoría de sus poderes como zar.

Sin embargo, el monarca lamentó en una carta escrita a su madre la «terrible decisión» que significaba conceder la existencia de un poder ajeno al suyo.

La mala reputación de Nicolás II entró en un callejón sin salida con el estallido de la Primera Guerra Mundial, en la que millones de rusos perecían tanto en el frente de combate como en la retaguardia mientras las tesis de los bolcheviques conseguían cada vez más adeptos.

Estos formaron órganos de contrapoder, los sóviets, que le disputaron durante meses el empuje político al Gobierno Provisional de Kérenski.

El Decreto sobre la Tierra de Lenin, expuesto en el Hermitage, abría una nueva era en Rusia a finales de 1917: Nicolás II había abdicado meses antes y huido al exilio, pero un año después fue fusilado por los bolcheviques junto a toda su familia.

La exposición permanecerá abierta hasta el 17 de septiembre y después volverá a San Petersburgo. De momento no está previsto que «1917. Romanovs y Revolución» se vaya a presentar en otra ciudad europea. EFE

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