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250 cadáveres donados a la ciencia se acumulan en la Universidad Complutense de Madrid

250 cadáveres donados a la ciencia se acumulan en la Universidad Complutense de Madrid
El sótano de los horrores de la Complutense. El Mundo.
El sótano de los horrores de la Complutense. El Mundo.

Varios centenares de cadáveres se amontonan, apilados a temperatura ambiente, en los sótanos de la Universidad Complutense. El grotesco escenario es más propio de una película sobre los campos de concentración nazis que de la Facultad de Medicina madrileña en donde estudian diversas técnicas con los cuerpos donados a la ciencia.

El depósito de cadáveres del departamento de Anatomía y Embriología Humana II ha quedado pequeño. Tanto que hace ya siete años que sus límites han sido sobrepasados. No son restos de ninguna masacre, sino vestigios humanos de personas fallecidas, que donaron sus cuerpos a la ciencia de forma altruista… Y terminaron desperdigados en un sótano cuya capacidad hace mucho que quedó rebasada, mezclados con otros restos, anónimos y sin identificación alguna, en una macabra atmósfera imposible de describir.

La explicación para semejante barbaridad es más simple de lo que pudiera parecer, pero no por ello fácil de creer. Según ha relatado Ramón Mérida, director del departamento, «no somos ricos y no hay peligro sanitario», aunque reconoce que algunos cuerpos llevan allí «hasta cinco años» porque no se ha cubierto una plaza vacante: «El funcionario que opera el horno se prejubiló en diciembre, y no ha habido manera de convocar la plaza porque los sindicatos denuncian que el horno no está en buenas condiciones». Los representantes de los trabajadores dicen que el horno, instalado en 1991, emite gases nocivos.

A pesar de que no existe ningún protocolo legal para el cuidado de estos cuerpos una vez son entregados por el donante, más allá de algunas recomendaciones genéricas de la Sociedad Española de Anatomía, los responsables sindicales ya han denunciado una situación que puede suponer riesgo sanitario para los trabajadores.

Más allá de la concienciación de la sociedad, la crisis parece estar detrás del aumento de la donación de cuerpos a la ciencia. El ahorro que supone para las familias esta práctica, que suprime todo el proceso de entierro del familiar fallecido, ha generado un repunte en las donaciones que en Madrid supera el medio centenar al año. A pesar de los problemas de infraestructura, la Complutense no ha frenado su recepción de cuerpos y ni siquiera los ha derivado a otras facultades de Medicina del país.

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