Artículo 188
A los que defienden los toros les importa un bledo el animal.
Los toros les importan a los ganaderos que los crían, a los toreros que los lidian y al aficionado que mantiene la fiesta.
Hubo un tiempo en el que algunos territorios españoles fueron subvencionados para que dejaran de serlo, de manera que pensaron: suprimimos sus señas de identidad y construimos las nuestras. Se pusieron a desobedecer leyes, a quitar banderas de lugares oficiales y símbolos que recordaban a los que los indultaban y pactaban ventajas fiscales (quitando Policía y Guardia Civil) y colocaron a los suyos pagándoles más que a los demás con el dinero de los demás. Crearon embajadas propias y equipos deportivos e impusieron el uso del pinganillo para saber lo que piden.
De manera que no presten atención al hecho de las manifestaciones antitaurinas porque como vemos, su meta es otra.
Llaman asesinos a los toreros por envidia. Los toreros son gente humilde que conquistan la gloria que otorga el pueblo que paga por ello y por la fortuna que consiguen poniéndose frente al toro.
No quieren agresión en las plazas de toros, pero Barcelona es la ciudad más insegura de España e incluso de Cataluña.
Si al menos los toros fueran como el Circo Romano, le darían “un pase” (allí morían más personas que animales).
Es preferible que corran los toros que los toreros (es su corrida).
Los toreros llevan corbata negra por la muerte del toro.
Se ponen el mundo por montera y luego brindan el toro.
Al caballo del picador no le dejan ver la corrida.
El picador hizo picadillo al toro.
Al toro encapotado le dan más capotazos.
Los antitaurinos suelen molestar en la entrada a la plaza.
Se visten de tabaco y oro para que los que fuman se fijen en él.
Parecen aliados de los antitaurinos algunas decisiones de los presidentes de las corridas, negando las peticiones del pueblo y creando malestar en los tendidos, como si las orejas fuesen suyas.
Tampoco olvidemos que los presidentes de las corridas parece que son nombrados por un cargo político.
El toro se amorcilló y le dieron tres avisos y un sartenazo.
Las mulillas, al verle las orejas al toro, salieron corriendo.
Le concedieron la oreja a toro pasado.
Dio dos vueltas al ruedo buscando la puerta grande.
El fin del traje de luces es deslumbrar al toro.
Morante hizo un quite a pecho descubierto. ¡Grandeza!
El sobrero tampoco iba sobrado.
La estocada, casi entera y desnatada.
Lo de bragado y meano, no se refiere a su dotación.
El que pone la carne en el asador es el toro.
Entrando a matar he visto atravesarle la pata al toro (bajonazo).
La reventa es libre de impuestos.
Habitualmente el rabo se lo cortan en el desolladero y luego se cocina.
Esperaba ver a los que se manifestaban en la puerta de los circos en la entrada del Zoo.
Manolo Royo, humorista www.manolo-royo.com