Artículo 162
Hoy, jueves 28 de noviembre de 2024, es uno de esos días que es mejor no levantarse de la cama, claro que si al levantarte para ir al baño pisas un calcetín y te caes, no te queda más remedio que levantarte.
No se cea la tostada al suelo, parece saltar a él desde la tostadora.
No le pongo mantequilla, pero la mermelada de melocotón cuesta más de quitar del suelo porque se expande.
Sobre las 11:30 salgo en bicicleta a casa del amigo Eduardo Chozas, que es la mejor forma de ir a visitar a un ciclista de su categoría humana y deportiva.
He llegado, porque mi ángel de la guarda a tirado de mi hacia el carril izquierdo, por donde, afortunadamente no circulaba otro vehículo. El que estaba aparcado a la derecha, con esa autoridad que le da poner el intermitente ha salido como un Formula Uno de boxes. Este tipo de individuos piensa que el intermitente dice a los que vienen: parar que salgo, que os lo estoy advirtiendo.
Las furgonetas, por ejemplo, tienen derecho de pernada porque están trabajando, si te fijas bien, en los intermitentes lo pone: “estoy trabajando, estoy trabajando” … las dejan en doble fila, esto hace que la bicicleta lo adelante por el único carril que queda lo que levanta una sinfonía de claxon tocando cada uno en su tono porque les ralentizas el paso.
Tras la charla con Eduardo y el cambio del décimo de Navidad, vuelta a casa. No sin antes hacer una llamada a intendencia: Hola ¿voy a Mingo a comprar un pollo?
No, que tenemos comida, ya iras otro día.
18 kilómetros en total, tres veces a los pies de los caballos, si, porque estos van sobre 250 CV y tú, dando pedales, de manera que en las rotondas te las juegas como en la ruleta, si te toca, frena que no cede nadie, vamos, que no es costumbre.
No respeta nadie a los ciclistas, llevas luces rojas parpadeantes, chaleco reflectante, casco y guantes, pero no te ven bien y te pasan rozando el codo, te quedas protestando como un imbécil, porque el otro se aleja va a 80 y tú te quedas a 20 K/h.
Llego a casa y justo cuando me estoy duchando suene el portero automático, esos porteros que no hacen huelga ni cuando se estropean, y vuelve a sonar. Mi mujer tirando la basura, yo chorreando y despacio para no deslizarme, con la toalla secarme la cara para ver algo.
Hola, soy el técnico, que voy primero a casa de una vecina y luego vengo a ver lo suyo.
Vuelvo para enjuagarme, me seco mientras suena el teléfono fijo, lo coje mi mujer porque me llama un amigo me lo pasa…
Perdona, ahora te llamo que me estoy duchando, suelto el teléfono que cae sobre la cama justo al lado de las gafas de ver (una dioptría), que saltan y caen debajo de mi pie desnudo, rompo la varilla (100 euros) y me la clavo en el pie.
Me siento a comer y, al iniciar el segundo plato, suena el telefonillo, dice el operario que ya está aquí, le abro y se quedan las migas y los huevos fritos esperándome media hora, tiempo que despacho con el técnico argentino y su ayudante ecuatoriano, hace que no veo un español trabajando en la urbanización desde que el cartero me trajo un certificado.
Me enviará el presupuesto. Vuelvo a la mesa, estaba todo frío menos el café que me sienta como un tiro y provoca un corte de digestión. Utilizo el inodoro y el bidet al unísono, es decir, por arriba y por abajo. En ese momento llaman a la puerta, es mi hijo, me trae a mi nieta para que la tenga un ratito que él tiene no se qué que hacer. Mientras mi mujer esta comprando, mi nieta y yo nos ponemos a ver dibujos animados en inglés. Me gustan, me los pongo cuando no está ella en casa porque la echo en falta.
Manolo Royo, humorista www.manolo-royo.com
