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El autoestrés, un gran enemigo en la vida laboral

 

Empezamos el trabajo regular, rutinario, las siete u ocho horas diarias y, si es autónomo todo el día y noche…; me permito abordar uno de los antídotos que me parecen más importantes para controlar el autoestrés y no enfermar por el trabajo. Ya sé que hay muchos más, pero, uno de ellos, para acomodarme al espacio que me ofrece el DN.

Una persona -generalmente de nivel cognitivo alto-, tiene mayor facilidad para auto-estresarse, sin que sea capaz de darse cuenta que «tanto trabajar y con tanta responsabilidad», se está quemando a marchas forzadas. Solamente algunos síntomas le darán el alerta, pero dado su nivel perfeccionista, considerará que dichos síntomas son físicos, no tienen importancia, y lo arreglará todo «metiendo más horas y horas», porque sabe desde muy pequeño que «el trabajo y más trabajo, supera todas las dificultades”, (Virgilio, 70 a. C.), inclusive aquellas psicosomáticas que empieza a vislumbrar, pero en las que no cree, y que las resuelve metiendo más y más horas…(¡Los autónomos lo saben y no paran, no pueden…! ¡Es admirable su responsabilidad natural, es sacrificada, está en una espiral de obligaciones, que nadie se las impone; ¡es él quien camina en una obligación autoimpuesta de llegar a una meta que es él quien la considera, que es su obligación por su nivel de compromiso!… Por eso es un auto-estrés.

Su forma de trabajar genera un pensamiento y la traducción de ese pensamiento es una emoción distorsionada, que no lo sabe, o por lo menos no le interesa en estos momentos entender: ¡Cuanto más duro trabajo, más subo en la escala empresarial, y más éxito tendré…! Los profesionales de la salud, decimos: que es un error esa traducción, un error de salud, un error de principio, un error de madurez, un error que lo pagaré bien caro, si no lo estoy pagando ya… Y, sin embargo, muchos ingenieros, muchos innovadores, muchos autónomos, muchos cirujanos, muchos médicos de urgencias, muchos profesores con adolescentes, muchos preparadores de oposiciones, muchos investigadores -que ya se les acaban los recursos económicos-, muchos empresarios buscando nuevos campos comerciales donde «plantar» sus productos, etc… Consideran y la sociedad valora, aunque solo sea en teoría, que es una forma competitiva de avanzar, de crecer, de responsabilidad…, y son modelos sociales. ¡Ya os lo escribí otra vez, pero lo repito, no necesitamos!

Ahí está la clave de vivir quemados, destrozado, nerviosos, irritables…; o vivir con calidad de vida. Buscar, entender, conciliar y disfrutar trabajando y creando, es una responsabilidad y un modelo social; que no es lo mismo que meter horas y horas sin rumbo, sin vivir, sin comer, sin dormir, sin… (Ponga usted auto-estresado, todos los «sin» que quiera…) Buscar ese equilibrio entre los extremos es lo que nos hace no auto-estresarnos.. Por eso un antídoto contra el autoestrés que ya les propuse en otra ocasión, es la ley o principio de Pareto, o la ley del 80/20.

Regla que nos ayuda a hacer un mejor uso de nuestro tiempo, si invertimos nuestros esfuerzos en el 20 por ciento, que nos permitirá obtener el 80% de los resultados, que queremos conseguir. Esta regla se la debemos al economista italiano Vifredo Pareto o, como «principio de Pareto». Mucho más tarde otros autores han reforzado la regla con otros argumentos prácticos, tratando de huir de un perfeccionismo exagerado, empleando horas y horas en algo que no es tan importante como para invertir tanto tiempo en ello. Ya que no todos los trabajos son igual de importantes y por ende no todos requieren la misma dedicación. Se trata de concentrarme de tal manera, que con un 20% de trabajo, logre el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo. En realidad, es un cambio de mentalidad, para abandonar el perfeccionismo, que es uno de los mayores enemigos de la felicidad. Ya que mucha gente intentando un trabajo perfecto, deciden no hacerlo o invertir tantas horas en ello, que jamás lo consiguen y muchas veces dejamos de hacer muchas cosas por miedo a no hacerlas perfectas y creándose una procastinación. (Tal-Ben-Shahar, 2011).

¡Cuesta, no lo niego, sobre todo quienes somos por naturaleza idealistas, proponiéndonos unas metas y unos objetivos que nos sobrepasan -no en capacidad, nadie lo duda-, sino en horas y horas metidas sin conciencia de que en la vida no podemos perder otras emociones, que son tan importantes como nuestro trabajo: La familia, los hijos, los amigos, el grupo, amar, etc. Sobre todo, no vivir trabajando, sino trabajar para vivir, ¡porque si vive bien, trabajará mejor! ¡Esto es algo que jamás el perfeccionista entenderá como una emoción positiva y de calidad en su evolución personal y laboral!

Ahora, que empieza la rutina, controle el cortisol -hormona del estrés-, y se controla dejando “tiempos fuera”: -donde aproveche para dar una vuelta y volver al trabajo-, suba la glucosa tomando a media mañana una fruta, frutos secos… Cada hora y media, haga una meditación de cinco minutos, no necesita más y verás cómo dejas los ansiolíticos que tanto bien te hacen, porque no somos capaces de introducir un tiempo libre, un paseo, una lectura, un “no hacer nada” en un breve tiempo, solo tú contigo mismo. Trabajará mejor y vivirá mejor.

Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)

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