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A veces llegan cartas y otras, mensajes

Los más veteranos, seguramente, recordarán una vieja canción de Raphael –con ese nombre–, que también interpretó Julio Iglesias, en los primeros 70’s, cuando, junto al teléfono fijo, la comunicación epistolar era el método común de relacionarse a distancia. Aquella canción, en su primera estrofa, decía aquello de “A veces llegan cartas / con sabor amargo, / con sabor a lágrimas…” y, después de pasar por sentimientos contrarios, repetía su estribillo: “A veces llegan cartas / que te dan la vida, /que te dan la calma”. Pues bien, después de las tres misivas del presimiente de las dos semanas anteriores, dos escritas y una leída con el habitual tono frailesco de su autor, con las que se regodeó en lo que mejor sabe hacer, mentir, yo añadiría una estrofa a esa canción “A veces llegan cartas / que lo que te dan/ es una gran lástima”.

Dediqué precisamente mi último artículo a esas tres misivas, por lo que no voy a decir nada al respecto, pero se ve que Fray Perico el Escribano, como en tantas cosas, creó tendencia entre propios y extraños. Y no se resistió su mayor colaborador necesario desde 2018 a imitar a su salvador político, al que desde entonces –directa o indirectamente–no dejó de pagarle el favor recibido a finales de aquel año. Supongo que algunos de mis avezados lectores se habrán dado cuenta de que me refiero a Santiago Abascal, que no quiso privarnos de su epístola abierta a su enemigo Alberto Núñez Feijoo. En una nueva demostración de confusión de enemigo, como demostró dos veces en 2019 o en aquellas dos inútiles mociones de censura que sólo beneficiaron a su benefactor, vuelve a dar baza al que debería ser objetivo común, que siempre sabe sacar partido de la ruptura evidente entre Partido Popular y VOX, ayudado por su falta de escrúpulos y el efecto perverso que la distribución de escaños de nuestra nefasta ley electoral depara a la división. Una carta https://www.msn.com/es-es/noticias/espana/la-carta-de-abascal-a-feijóo-o-el-enésimo-intento-de-vox-de-acabar-con-el-ghosting-del-pp/ar-BB1lVlCV, a mi juicio inoportuna, que vuelve a pasiva la sensación del sentido de falta de colaboración que tenemos bastantes más millones de españoles que los que votan a VOX, bastantes de los cuales no creo que estén del todo de acuerdo con el contenido de la misiva.

También se animó a escribir su carta Pablo Bustinduy Amador, ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 –extraña mezcla de competencias–, cuota de Sumar, uno de los socios de gobierno. Por cierto que con este ministro, hijo de Ángeles Amador, ministra de Sanidad en el último gobierno de Felipe González, se cumple esa regla no escrita y “degenerativa”, tan frecuente en las últimas décadas, que nos dejó destacados dirigentes socialistas –no en exclusiva– descendientes de próceres franquistas. En este caso, lógicamente, la “evolución” tenía que ser podemita. Veremos cómo sigue la tendencia. Pues bien, este desconocido ministro tuvo la ocurrencia epistolar y se dirigió a las empresas españolas que trabajan con Israel, al que venía a acusar de genocidio, preguntándoles qué estaban haciendo para evitarlo: “…instarles a que Adopten las medidas necesarias… para evitar que sus actividades provoquen o contribuyan a vulneraciones de derechos humanos que practica dicho Estado en los territorios palestinos ocupados, incluida la Franja de Gaza”.  Y las emplazaba a “Reportar las evaluaciones y estudios realizados… Rendir cuentas sobre las medidas tomadas… Informar de los mecanismos y disposiciones puestas en marcha…”. Carta que, en definitiva, propició la reacción del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, que dijo que le “gustaría saber si la carta era a título individual o del gobierno”; que, por supuesto, agrandó la brecha que ya abrió Falconeti con su gira por países propalestinos demonizando a Israel e incluso fue “parcheada” por el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, que dijo que «el Estado de Israel y el pueblo de Israel son amigos de España y del pueblo español».

Y en estas se celebraron el pasado domingo las segundas de las elecciones sucesivas previstas en un mes y medio, las catalanas que, a falta de cartas, nos dejaron no pocos mensajes. El primero poniendo de manifiesto la doble vara de medir de la izquierda a la hora de interpretar los resultados. Mientras en las no lejanes elecciones gallegas del pasado febrero y en las anteriores vascas, especialmente en las primeras que fueron un batacazo para el Partido Socialista antes Obrero y casi nunca Español, dijeron que no se podía hacer lectura nacional y se trataban de unos comicios regionales, ahora, en Cataluña, el resultado tiene una marcada lectura nacional que “refrenda la buena gestión socialista”. Pero no tardó mucho el que maneja los hilos de la continuidad en Moncloa de Pedro Antonio Narciso el Mentiroso…, un tal Carlos Puigdemont el Prófugo, en recordar en otro mensaje desde su “exilio” una realidad que nuestro oscuro –por lo de la Triada– presimiente no quiere escuchar. Pese a haber quedado segundo en la cita electoral, se postulaba como candidato a la presidencia de la Generalidad con un argumento muy claro: “Sánchez demostró en julio de 2023 que no es necesario ganar las elecciones para presidir un gobierno”. Un mensaje cuya primera lectura puede ser “Illa, tiéntate la ropa”, aunque el resultado electoral abre varias posibilidades, creo que ninguna buena del todo.

Otro mensaje que nos deja el resultado electoral catalán es la bajada, no tan clara como me gustaría, del nacionalismo, que ha llevado al todavía presidente en funciones, Pedro Aragonés, a dar un paso atrás y anunciar que no recogerá su acta de diputado ente el varapalo de su partido Esquerra Republicana de Cataluña. Pero quiere morir matando el Español y se despide con un decreto que relega, aún más, el uso de nuestra lengua en Cataluña, retando de nuevo al Tribunal Supremo y al Constitucional que obligaban a ofrecer un 25% de horas en el idioma oficial de España que “todos los españoles tienen la obligación de conocer y el derecho a usarlo (Art. 3.1 de la C. E.), salvo que se viva en esa región del Noreste español.

También el Senado, en la votación del martes de la ley de amnistía, nos deja un par de mensajes que conviene analizar. Por un lado, la constatación de la escasa relevancia de la Cámara Alta, que me hace cuestionarme de nuevo el verdadero alcance del Artículo 66 de la Constitución, más allá de una especie de oficina de empleo político. Su previsible negativa a aprobar la ley de amnistía, dada la mayoría absoluta del PP, no sirve sino como testimonio de una “rabieta” que, pese a la multitud de informes en contra de la aberración diseñada por Pedro Felónez a cambio de siete votos, sólo ha servido para retrasar un desenlace indeseado y, a todas luces, inconstitucional. La ley vuelve al Congreso, donde, también previsiblemente, será aprobada por esa mayoría variopinta y heterogénea que apoya al gobierno Frankenstein y quedará a expensas de las cuestiones previas que presente el Tribunal Supremo ante el Tribunal de Justicia Europeo. El segundo mensaje que nos deja la votación en el Senado no pasa de la pura anécdota protagonizada por el que fuera presidente de Aragón, el socialista Javier Lambán, que muchos medios no dejan de calificar como un ejemplo de dignidad. El citado Lambán que, como su homólogo de Castilla La Mancha, Emiliano García Page Blablablá, en más de una ocasión habían expresado ante los medios su “desacuerdo” con esa ley y otras decisiones de su secretario general y jefe supremo, con no menos “matizaciones” cuando no retractaciones, se ausentó de la votación para no votar “en contra de sus principios”. No seré yo quien cuestione los “firmes” principios del señor Lambán, pero no puedo evitar hacerme estas preguntas: ¿Habría actuado igual de no haber sabido que su voto era del todo irrelevante dada la mayoría absoluta del PP en el Senado? ¿Se habría “ausentado” de haber sido premiado con un escaño en el Congreso en lugar de en el Senado tras perder la autonomía aragonesa?

Termino con una breve mención de la anunciada comparecencia “cajón de sastre” (seguramente desastre, todo junto) del doctor Plagio cum Fraude anunciada para la semana próxima en la que hablará de casi todo (lo que el quiera contar, no lo que le pregunten): negocios de su amada Begoña Gómez, de los que dirá poco y ya veremos cómo (dudo que diga nada de las ayudas millonarias a sus socios); Estado Palestino; elecciones catalanas y el triunfo maravilloso de Salvador Illa, al que no dudará en sacrificar si eso le permite seguir… ¿dirá algo de su turbia relación con Marruecos y de las filtraciones del caso Pegasus? Veremos si respeta el brindis al Sol de su ministro Albares, que decía hace unos días que “Tenemos que volver a recuperar el valor de la palabra frente a la descalificación” que, según añadía la “Es base de la política”. Seguramente se quedará con otra parte de esa intervención del ministro de Exteriores: “Con el adversario, se dialoga, se acercan posiciones, se llegan a acuerdos. Con el enemigo no queda otra que combatirle y aniquilarle, es el enemigo, no hay nada que hablar con él”, sino “se levantan muros”, le faltó añadir y ya sabemos que Núñez Feijoo es el enemigo de Sánchez, no su adversario.

Y hablará también de que España es “el país que más crece” según la Comisión Europea, pero sin decir que somos los que venimos de más abajo, los que tenemos el mayor paro en todas las categorías, la mayor deuda y el mayor déficit, además de ser la referencia comunista de Europa o precisamente por eso. Veremos qué da de sí esa comparecencia, que debería tener su réplica en algún banquillo en sede judicial.

Antonio De la Torre,  licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión.

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