Acabamos de venir de un Retiro Cognitivo de Reprogramación y Reseteo cerebral, para gestionar nuestras emociones. Han sido tres días en el Monasterio Cisterciense de P.P. Agustinos que llevan ciento cincuenta años en esta labor, dirigiendo ese colosal edificio, con planos de un moje alumno de Ventura Rodríguez, quien dirigió también las obras de la fachada neoclásica de la Catedral de Pamplona y el Acueducto de Noain… ¡Hemos recibido un trato exquisito!, en un ambiente inmejorable y con un grupo de diez personas, que si las hubiéramos escogido con selección no hubieran sido ni tan creativas, ni tan empáticas. En ese curso-retiro una de las propuestas fue gestionar, imaginar, visionar nuestra propia muerte, pues es nuestra última emoción, y precisamente es la emoción que menos tiempo perdemos en ella, siendo que es tan importante o más -para mí mucho más – que el nacimiento, pues es la última a la que nadie puede sustraerse, por mucho dinero del que goce, o por mucho que no lo piense -por si acaso llega antes y no avisa-.
Las diez personas asumieron el reto con verdadera valentía, tranquilidad y sosiego, que aparentemente en la sala sentados en sillones similares a los de los ministros en sus despachos, daban la impresión de ser conscientes de querer enfrentarse a dicha última y personal emoción de percibir su último suspiro rodeado de sus seres más queridos… Y, lo consiguieron, no me da el cuadro para más.
Previamente el terapeuta inicia -para “abrir boca”- un diálogo con unas salvedades referenciadas a lo que no queremos oír, pero que se hacen sumamente necesarias para poder afrontar nuestra muerte, nuestra última emoción con la aceptación, dejando que fluya, sin enemistarme con ella y sabiendo que ese último suspiro, será una realidad tan real, que merece la pena tener tiempo y deseo para que no nos traume como de hecho así a sido durante gran parte de nuestra cultura y sigue haciéndonos mella negativa o por lo menos con cierta superstición, que aún a pesar de los delirios del Halloween, no nos desensibilizamos nada ni por nada… ¡Pero la muerte ahí está! La pienses o no.
Con amor, con serenidad, con entereza, con un clima de absoluta paz, iniciamos nuestro visionado “en plena sala, tranquilos, sosegados y en ese clima de paz que intentamos transmitir…” Y, ahí nos metimos de lleno en nuestro último suspiro y nuestro final en la vida terrena. Querámoslo o no, así es y así va a ser…¡Tardaremos más o menos, pero nos va a tocar, y es bueno que seamos inteligentes para que nuestro sistema operativo cerebral del hemisferio derecho lo integre y lo valore y lo desensibilice como un cambio a mejor, porque sin dudarlo que va a ser a mejor, natural y final de la vida que se nos dio!
El silencio, nuestro silencio, el silencio de los demás que nos quieren y nos acompañan, será un silencio sonoro, es un lenguaje emocional, profundo, interior… espeso para muchos, no para nosotros que ya no somos…¡ Ese día ha llegado, y estamos tranquilos, las lágrimas de los nuestros son versos de amor, de recuerdos, de tantos momentos emotivos, alegres y tristes, pero juntos… ¡Esas lágrimas nos sacian la sed, porque es verdadera y nos refresca la ida, nos da la paz y nos vamos con las manos llenas! No lo dude, así es y así será…
Ciertamente “hay un tiempo para todo, para nacer y para morir” y, ese tiempo ya ha llegado para mí, pero llega con tanta paz y tranquilidad, que me siento muy libre y ligero…¡Tengo las manos llenas de cosas buenas! Y eso me da más paz que tristeza. Lo acepto, no lucho contra ello, es ”parte de mi estar vivo”, es mío, mi muerte, mi última visión -quizás borrosa- pero auditiva de que esto se ha terminado. Pensar en mi momento último- mi última emoción- es también celebrar la vida, y vivir esa vida sin olvidar que “hay un tiempo para todo”. Sí, es verdad los creyentes lo tenemos más fácil, pero todos vamos a pasar por ese trance, y todos debemos pensar en nuestra muerte para vivir mejor, y vivir sin morir es vivir mejor; ya nos moriremos cuando toque, pero para ello es bueno enfrentarse con paz a nuestra última emoción de vida, que es nuestra muerte y esto nos hace más fuertes y nos hace vivir la vida con más vida.
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)