Este verano lo he pasado mayoritariamente en mi pueblo, pues hay casa grande, cabemos todos con cierta comodidad y no nos molestamos apenas unos de otros, sino que convivimos cuando todos nos necesitamos.
Es un pueblo pequeño, pero grande en servicios y comodidades: Campos de fútbol, polideportivo, frontón cubierto, padel cubierto, espacios amplios y verdes y una piscina que es el orgullo de todos los niños y mayores. Puedes ir desde el punto de la mañana al punto de la tarde y comer en el bar o terraza donde puedes escoger un variada carta de platos combinados, y con una gran amabilidad de los encargados, que no tienen nada por trabajo.
Parece idílico lo que les cuento, y yo así lo veo y no exagero nada… Pero todo tiene su “pero”, y aquí también lo hay, y no quiero para nada ser ni fundamentalista, ni agorero, ni pesimista, solamente quiero encender una “cerilla” para dar alguna luz. Lo primero que me sorprendió es no ver niños -de ninguna de las edades-, en las calles jugando… Y, la respuesta fue fácil a mi pregunta: ¡Están en las piscinas! Hace calor y es el mejor método y más barato para que los niños, adolescentes y jóvenes se diviertan, se junten, hablen… Me tranquilizó. Pero, -otro “pero”-; no había en muchos momentos más niños de los podría haber habido…, sobre todo en esos días de frío o adversos que hemos tenido varias veces en algunas semanas…
Hablando con abuelos, que es mi estadística más habitual y en la que por edad me corresponde, me dicen que “desde que terminó” el curso escolar aumentan las pantallas en casa, en su dormitorio, en la cama, en el baño, en….; en más de un treinta por ciento de uso diario. No de una hora o dos -dependiendo de la edad de los chiquillos-, no, sino toda la mañana y toda la tarde o media mañana o tarde… ¡Niños con dos años, cuatro, siete y nueve…; ha aumentado el consumo que según leo en los psicólogos infantiles, se está haciendo -como dicen ahora-, viral! Lo usan el tic-toc como “chupete emocional”, es decir no comen, consumen pantalla; lloran, se les da la pantalla; nos incordian, se termina antes dejándoles el móvil; terminan de comer el plato combinado, y se les deja y se les permite el móvil; es más cómodo y más rápido y “ese chupete, que lo insalivan con fruición le premia” del coñazo que supone ver a los demás comer, y tener que hablar con los abuelos, viejos, o incluso los padres que son quienes pagan el plato combinado… ¡Es una auténtica aberración que estamos favoreciendo, educando y programando de forma auténticamente “patológica”, sí es muy fuerte pero es así… Se adicionan, se acostumbran a no superar las frustraciones, a no hacer algo diferente en muchas ocasiones, y a no saber hacer nada si no usan las pantallas constantemente, y todo esto con el beneplácito de los padres o de los adultos que les rodean… Sí, amigos padres, en la piscina, también llevan el móvil con internet y también lo usan en corrillo o a solas…
Resulta que esa asimilación de “premio rápido-chupete emocional” que les calma -sin calmarles- porque les genera muchos tics y frustraciones, abandonando el grupo familiar, y aprendiendo que la vida que viven es un premio porque lo tienen cuando quieren y no hace falta más que hacer “clic” o un toque digital en el play, es decir ningún esfuerzo, todo es tan fácil como eso…Y, ahora viene el colegio, y cómo dejar el chupete para entrar en una disciplina de sueño, de comida, de esfuerzo, de voluntad… ¡Solo con hacer un chasquido de dedos no se remedia tantas horas metidas en la pantalla! Tantos autopremios rápidos que ellos mismos tienen a su disposición con un sólo botón… El colegio es horario, grupo, disciplina, motivación, dificultad, concentración, muchas cosas no me gustan y tengo que hacer ese esfuerzo para darles camino y penetren en mi cerebro si quiero ir madurando como persona. ¿Ya podrán, ya se acostumbrarán a vivir sin chupete y esperar hasta el fin de semana?…
¡Qué difícil lo tienen los padres modernos, es tan costoso remar contra corriente! El siguiente artículo les contaré qué haría yo, para paliar semejante desventura y aberración. Hoy no, que es muy largo y no lo leerán…Otro día más.
Dr. Emilio Garrido Landívar, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)