Se suele aceptar que en verano se hacen planes para, a partir de Septiembre, empezar una «nueva» vida, que a la postre no es más que un autoengaño para justificarse a uno mismo por no reconocer que todo seguirá igual después de las vacaciones, aunque eso sí, en el curso que comienza volveremos a «aprender inglés, a perder esos kilos que los excesos veraniegos nos cargan y, cómo no, a ser mejores y más pragmáticos en todo y a llevarnos mejor con nuestra mujer o marido y a entender mejor a nuestros hijos», por señalar sólo algunos de esos buenos propósitos veraniegos que, generalmente, se vuelven a repetir en Navidad de cara al nuevo año.
Dicho eso, vamos con la actualización de datos sobre el monotema que desde Marzo, realmente desde finales de Enero de 2020, casi monopoliza nuestros informativos de tarde y noche y no pocas de esas tertulias de maestros liendre, «que de todo hablan y de nada entienden». Es decir lo que las diferentes Telecovid -todas, públicas y privadas- nos han venido repitiendo durante casi veinte meses desde que se conoció el primer caso en España de un positivo infectado por el maldito coronavirus, un turista alemán, creo recordar que en la isla de Fuerteventura.
Dando por buenas esas pruebas de detección conocidas por PCR que su propio descubridor el bioquímico estadounidense Dr. Kary Mullis, parece que cuestionaba para ese fin, pese a ganar el Premio Nobel de Química en 1993 por esa técnica y fallecido el 7 de agosto de 2019 precisamente por una neumonía, una de las complicaciones que el dichoso virus o lo que sea, provoca, las cifras que publica la Universidad Johns Hopkins desde su Center for Systems Science and Engineering (CSSE), nos dicen que hasta las 17:21 horas del 6 de Agosto, se han dado 201.172.398 casos positivos de COVID-19, de los que 4.272.432 han fallecido supuestamente por esa causa, aunque está más que demostrado que muchas de esas víctimas lo fueron por otras diversas patologías que, en el más favorable de los casos para las tesis «covidistas», puede que ese virus desatara. En cualquier caso, una simple regla de tres directa, nos dice que ese total de casos representan, en veinte meses, insisto, un 2’57% sobre la población mundial -0’13% al mes- y que el total de fallecidos suponen un 2’12% de los casos «positivos» y un 0’054 % respecto a los 7.841 millones de habitantes del planeta en esos veinte meses que llevado a escala mensual nos llevaría a una cifra infinitesimal. Por supuesto que las frías estadísticas dejan de ser válidas para los escasos fallecidos que han sido víctimas del bichito, para los que su efecto ha sido del 100%. Proporciones que justifican difícilmente la urgencia de vacunar al 100 % de la población, pero «doctores» tiene la OMS, que si son como nuestro doctor Plagio cum Fraude, vamos listos.
Al hilo de esto, me parece oportuno recoger parte de la intervención de una persona de la que me precio con su amistad en un medio radiofónico, que deja muy clara la manipulación de los medios y la ligereza con la que la mayoría de «profesionales» de la comunicación califican a los que somos críticos con la versión oficialista que nos quieren imponer vía «informativos independientes». Ya se sabe, «Repite una mentira mil veces y la convertirás en verdad», que decía el ideólogo marxista hitleriano -sinónimos- Joseph Goebbels. El medio en cuestión se llama Locactiva Radio, de Castilla La Mancha, y el destinatario del comentario del pasado 28 de Julio es alguien que se denomina «liberal» -y al parecer oficialista-, que dirige un programa que responde a La hora de Pepe, que llamaba «negacionista» y antivacunas a todo el que no comulga con las tesis dominantes. Después de explicarle al susodicho el significado de liberal, que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua en su quinta acepción define como «Comprensivo, respetuoso y tolerante con las ideas y los modos de vida distintos de los propios, y con sus partidarios», le aclaraba el significado de «Negacionismo», definido por la misma fuente, el DRAE, como «Actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto», que ni siquiera sería aplicable -le dice- a los que criticamos las tesis oficiales basándonos en explicaciones muy razonadas de científicos -médicos y biólogos- cuando menos igual de respetables que los que defienden las vacunas. Y añade que «el término negacionista bien aplicado, hablando del comportamiento humano, se refiere a individuos que eligen negar la realidad para evadir una verdad incómoda». Insistía después en que «las vacunas no son seguras ni eficaces». De hecho, son las mismas farmacéuticas las que tiene que demostrar todavía las dos cosas y para hacerlo tienen mucho tiempo por delante. Pfizer, que es al ejemplo al que se refiere en concreto, tiene hasta diciembre de 2023 para confirmarlas, dos años y medio por delante y «están todavía con el ensayo clínico». Destaca además un hecho muy importante y es que el gobierno y las comunidades autónomas incumplen la legislación a la hora de pinchar a la gente -«cobayas gratuitos» los llama- este ensayo. No están informando conforme a la Ley de autonomía del Paciente, que entre otras cosas dice que «Toda actuación en el ámbito de la sanidad requiere con carácter general el previo consentimiento de los pacientes o usuarios. El consentimiento que debe obtenerse después de que el paciente reciba una información adecuada, será por escrito en los supuestos previstos en la ley», indicando por último que «todo profesional que interviene en la actividad asistencial, está obligado al cumplimiento de los deberes de información», cosa que muchos médicos no hacen. Y uno de los supuestos previstos en la ley, donde tienen que informar por escrito, es cuando se trate de un fármaco sujeto a prescripción médica que es como la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios tiene catalogadas a las vacunas. Así que ya saben, son necesarios prescripción médica y consentimiento informado, dos cosas que pocos de los vacunados -inmunizados llamaban hasta hace poco los periolistos telecovidianos a los inoculados- diría que tienen ni exigen.
Y para terminar unas breves consideraciones que, al menos a mí, me llaman la atención respecto a esto que llaman vacunas, que algunos insisten que son la única alternativa para combatir a este, cuando menos, extraño y selectivo «virus», que ataca si te pones de pie pero no si estás sentado, se enfurece a partir de la una de la madrugada pero es pacífico hasta esa hora y vuelve a calmarse a partir de las seis o siete de la mañana, según la localización de la ciudad de la que se trate, y cuyo remedio requería primero la inoculación en dos dosis espaciadas veintiún días, pero que si escasea la marca de la primera se puede alargar a veintiocho o a cuarenta y cinco o incluso aplicar otra marca para completar el tratamiento «preventivo», y que ahora empieza a apuntarse que, según los casos, pacientes o marca, puede requerir una tercera dosis, a un precio superior se dice -¿habrá también un objetivo económico además de la preocupación sanitaria?-, y que cuando se empezó a hablar de ellas requerían una conservación a temperaturas de -70º C y ahora se inyectan en carpas al aire libre a 40ºC a la sombra. Todo muy «coherente» ¿verdad? Pues eso, infórmese bien y después decida en consecuencia.
Recordemos el Juramento de Hipócrates cuatro siglos antes de Cristo: «No daré veneno a nadie, si me lo piden, ni tomaré la iniciativa de tal sugerencia».
Felices vacaciones y que Dios nos guarde.
Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión